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**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
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BLACK FOREST, LA NIEBLA
Capítulo 8
“Sam es tu compañero Katrina”
Control
Las chicas estaban en la puerta del instituto haciendo tiempo hasta la hora de entrada. Cuando no pudieron posponer más el inevitable momento se resignaron. Al pasar entre las mesas de Yakima y Gabriel, Katrina y Leah saludaron animadamente a sus compañeros, que las respondieron a su vez con una cálida sonrisa. Sara las miró sin comprender, ellas dos sorprendidas se estudiaron la una a la otra.
-¿Se puede saber que ha pasado aquí? ¿Ahora sois superamigas de los marginados?-Preguntó Sara desde su asiento en susurros demasiado altos para ser susurros.
La profesora Olivia hizo acto de presencia y las tres entendieron que las explicaciones tendrían que esperar. La profesora leyó en voz alta la lista de alumnos, al pasar por el nombre de Samuel sus ojos pasaron de su asiento vacío a Katrina, como si pudiera adivinar que había una relación.
-Bueno, chicos… Cómo os avisé hoy vamos a hacer la ruta de Black Forest.
-Genial…-Dijo Leah desganada.
-Espero que hayáis traído calzado cómodo.
La ruta empezaba en la plaza del pueblo, el punto más concurrido. Era un área circular en el que desembocaban todas las calles, allí se encontraba el ayuntamiento, el bar, alguna tienda, unos cuantos bancos en torno a la fuente y justo en el centro de esta, se alzaba la estatua de un hombre altivo si no fuera porque había sido decapitada siglos atrás.
-Esta es la estatua del Conde Constantine de Blakesley, considerado fundador del pueblo.-La profesora Olivia explicaba de forma entusiasta la historia de su tierra.-Cómo ya sabéis a él le debemos la construcción de infraestructuras como las carreteras que nos unen con la ciudad, algunos de los edificios más antiguos de Black Forest y por supuesto las minas que visitaremos más adelante. Vamos a coger el camino de la colina, seguidme.
-¿Bueno me vais a explicar a qué ha venido lo de esta mañana?-Preguntó Sara.
Katrina y Leah se miraron intentando decidir a quién le tocaba primero.
-Pues… -Empezó Leah.-Resulta que Yakima va a las mismas clases de danza que yo en Herish.
-Bromeas… ¿Yakima Baila?
-Sí ¿No lo sabíais?-Dijo Katrina dándolo por hecho.
-¿Tú lo sabías?-Leah no daba crédito.
-Fue una de las primeras en llegar a la fiesta. Me sorprendió que Gabriel no viniera, resulta que ya tenía planes. Estuve un rato hablando con ella, me contó que iba a baile desde los 12 años. Me presentó a sus amigos…
-Pero de baile no había nadie más…
-Creo que les conoce de ir a convenciones de videojuegos.
-Videojuegos…-Repitió Leah como si intentara memorizarlo.
-Menuda “Friki”…-Dijo Sara.
-Esta es la puerta a la mina.-La voz de la profesora volvió a hacerse notar entre el murmullo estudiantil.- Es un área restringida por la peligrosidad que supone así que nos limitaremos a mirar desde aquí. Son unas minas de plomo que comenzaron su funcionamiento a principios del siglo XVIII. En aquel entonces el plomo era un material muy codiciado dado a la versatilidad de su uso, desde arquitectura hasta armamento.
Los alumnos seguían a su profesora entre los árboles bordeando el lago.
-Seguro que en muchas ocasiones os habéis fijado en las tumbas que hay desperdigadas por el bosque. Esto es debido al gran envenenamiento que se produjo cuando el plomo extraído contaminó el lago. En un principio se creyó que se trataba de una epidemia o incluso una maldición. En la desesperación por encontrar culpables se llegó a señalar a las brujas y algunas mujeres fueron quemadas vivas. La mina había traído riqueza a demasiada gente influyente e interesaba que se mantuviera en secreto la verdadera causa de las muertes. Cuando el secreto fue revelado, hubo una revuelta social, el pueblo estayó en cólera y entró en tropel en el Castillo Blackesley para acabar con los culpables. Aunque los cuerpos de los condes nunca llegaron a encontrarse, se cree que murieron en el incendio que se provocó durante las reyertas.
-Pero… Gabriel no va a la clase de baile…-Dijo Leah intentando enlazar lo amigable que se le había visto ese día.
-No…-Comenzó Katrina.
Sara y Leah miraron a Katrina esperando explicaciones. Que Gabriel se atreviera a saludar a alguien que no fuera Yakima era inaudito.
-Le defendí.-Resumió.
-¿De qué?.-Preguntó Sara.
-De tu hermano, otro chico y… Sam.
-Oh.-Dijo Leah comprendiendo la cara seria de Katrina.-Supongo que las cosas entre vosotros se han enfriado por eso…
-Sí.
-Sam no es una mala persona.-Disculpó Sara.
El grupo de alumnos junto con su profesora regresaron al aula. Los estudiantes se sentaron en sus sitios visiblemente cansados de haber estado recorriendo el pueblo durante toda la jornada.
-Bueno, chicos, para el trabajo de fin de evaluación os juntaréis por parejas. El trabajo se centrará en un invento o descubrimiento clave en la historia que haya dejado huella en un marco histórico concreto. Tomad como ejemplo la excursión de hoy, el plomo cambió el destino de Black Forest por completo. Podéis hablar prácticamente de cualquier cosa siempre que seáis capaces de justificar su importancia en el marco político, económico o social para el que supuso un punto de inflexión ¿Alguna pregunta?
Katrina alzó la mano.
-¿Sí?
-¿Tiene que ser en parejas obligatoriamente?
-Esa es la idea, sois pares así que no debería haber ningún problema.
-Yo no tengo compañero…
-Puede ponerse con nosotras.-Se apresuró a decir Leah posando la mano en el hombro de Sara que afirmó con la cabeza en señal de acuerdo.
La profesora se puso la gafas de cerca para repasar la lista de nuevo.
-¡Oh! Claro… Sam ha faltado hoy… Qué extraño últimamente venía todos los días ¿Sabéis si le ha ocurrido algo?- La profesora miró al alumnado por encima del puente metálico de sus gafas sin recibir respuesta. -Bueno, en todo caso Sam es tu compañero Katrina.
Yakima y Gabriel se giraron en su silla para encontrarse con la mirada de Katrina. Sus caras mostraban cierta lástima. No había vuelto a hablar con él desde su encontronazo en los baños de chicas y se atrevía a pronosticar que no sería agradable.
Katrina esperó a que sus compañeros salieran de clase para quedarse a solas con la profesora Olivia. Ella notó el ambiente de inmediato.
-¿Puedo ayudarte en algo Katrina?
-Lo cierto es que sí, verá… ¿Sería posible que reconsiderara un cambio de parejas?
-¿Tienes algún problema con Sam? Creía que os llevabais bien.
-Bueno… Creo que no va a implicarse en el trabajo al mismo nivel que yo.-Dijo Katrina captando hasta que punto las noticias volaban en aquel pueblo.
-Dale una oportunidad. Sé que este año está esforzándose más de lo que parece. Puede que formar grupo contigo sea positivo para él. Solo inténtalo. Si resulta que realmente es un problema reconsideraré un planteamiento diferente para el desarrollo del trabajo en vuestro caso ¿De acuerdo?
Katrina no respondió. Parecía perdida en sus pensamientos.
-¿Hay alguna otra cosa que quieras comentarme?
Ella dudó por un instante antes de responder.
-No… Muchas gracias.
Cuando salió del aula el pasillo estaba vacío, salvo por una persona. Cómo una premonición Sam estaba allí apoyado en la pared, en el único pasillo que llevaba a la salida. Habían pronunciado su nombre demasiadas veces a lo largo del día.
Katrina tenía la intención de pasar de largo, pero Sam no se lo permitió.
-Katrina.
Ella paró en seco con cierta molestia, como si tuviera la esperanza de que la perdiera de vista en aquellos escasos dos metros que la separaban de la pared. Su coleta la golpeó en la espalda cuando se giró en silencio. Sam tragó saliva ante la mirada más gélida que había recibido jamás.
-¿Qué? -Escrutó Katrina ante el silencio glacial.
-Estás enfadada.-Afirmó él.-No lo entiendo ¿No ves que no tiene nada que ver contigo?
-¿Qué te cuesta entender en que no tolero el abuso?
-No le he tocado un pelo.
-Tú no, pero tus “amigos” sí. De todas formas la humillación y el insulto también son formas de abuso.
-¿Crees que ellos son completamente inocentes? Yakima también tiene mucho que callar.
-¿A qué te refieres?
-Su padre es poli, y ha venido a casa alguna vez por culpa de los “amigos” de mi madre, en otras ocasiones incluso ha tenido que traerla en coche porque no podía tenerse en pie de lo borracha que estaba. Yakima lo sabe y se ha dedicado a esparcirlo por todas partes.
-Una cosa no se compensa con la otra Sam.
-O sea que a ella si la defiendes.-Sam cerró los puños.
-No la defiendo, lo que hizo ella está mal, pero no cambia lo que has hecho tú.
-No sé de qué me extraño, has estado juzgándome desde que llegaste.
-Juzgo lo que veo, y lo que veo no me gusta.
-Es muy fácil mirar por encima del hombro desde un castillo Katrina, no tienes ni idea de lo que hablas.
-¿Crees que tú si sabes de lo que hablas? -Katrina sintió la ira crecer dentro de ella.
-Vienes aquí, con tu moto, tu ropa cara, tu casoplón y tu moralidad superior a educar a todo el mundo ¿Pero quién te crees que eres?-Sam empezó a alzar la voz fruto de la frustración y los celos.
-Ahora el que juzga eres tú.-La voz de Katrina cada vez era más grave, profunda, fría.
-No. Tú eres la que ha pasado de mí. Me has dado de lado fiándote de lo que te han dicho unos y otros, no has venido a preguntarme a mí.
-Dijiste que calladita estaba más guapa ¿No?- Katrina se giró, dio unos pasos alejándose de Sam hacia la puerta.
-Pues calla y escucha. -Sam la retuvo por el brazo con aparente autoridad. Katrina se zafó del agarre. -¡No puedes irte! -Sam volvió a agarrar su brazo esta vez tirando de él con más fuerza.
-¡SUÉLTAME! -Rugió. Katrina se volvió con violencia, los iris de sus enormes ojos se habían teñido de rojo y brillaban amenazadores sobre su pálida piel, su boca se abría hacia Sam cómo las fauces de una bestia. Sus caninos se afilaban y alargaban amenazadoramente.
Sam se golpeó contra la pared aterrorizado. Corrió llevado por el instinto de supervivencia por el pasillo hacia la puerta de emergencia. Estas no se abrían. Sintió el pánico, su corazón bombeando con agresividad. La respiración agitada. Su mente calculaba a la velocidad de la luz sus opciones de sobrevivir. A un lado una puerta cerrada, al otro una criatura a la que solía llamar Katrina… La figura femenina aparecía y desaparecía de su vista con el titilar de los fluorescentes. Parpadeó un par de veces. Era real. Aquella imagen era real.
La cristalera de la salida principal al fondo del pasillo se volvió completamente negra. El primer fluorescente estalló, después el segundo, el tercero y así sucesivamente. Katrina avanzaba lentamente en su dirección. A su espalda la completa y agónica oscuridad la seguía de cerca como un presagio. Sam volvió a buscar el manillar de la puerta, en un segundo intento de abrirla, pero allí no había nada. La puerta había desaparecido.
Cayó en la negrura más profunda.
Estaba solo.
Nada más que silencio.
Por encima de su cabeza podía ver una especie de cúpula circular cubierta de figuras intrincadas que se retorcían formando dibujos de sombras en el suelo. Fuera de ese círculo todo era oscuridad.
Unos pasos sonaron delante de él. Un pequeño y pálido pie descalzo se asomó al círculo. Seguido por el cuerpo de Katrina. A través de su piel translúcida podía diferenciar cada una de sus azuladas venas. Caminaba hacia él mirándole fijamente con sus brillantes iris rojos como la sangre. Sam estaba clavado allí, una fuerza superior le impedía huir, no sabía si era el miedo, o él mismo, pero se vio incapaz de abandonar aquel círculo infernal. Katrina sonrió con una mueca terrorífica, sus colmillos afilados asomaban acariciados por una fina lengua serpenteante. Su cabello ya no se encontraba apresado en su coleta, se movía a su espalda como si flotara bajo el agua.
Katrina extendió el brazo hacia el cuello de la camiseta de Sam, sus dedos se deslizaron por su pecho, estaban tan fríos que quemaban. Sus uñas como cuchillos rasgaron la tela como un papel. Katrina acercó los labios a su cuello, en contra punto a la sensación que estos profesaban su lengua era abrasadora, casi placentera.
Sam llegó a creer que podría olvidar todo el terror, todos los problemas y abandonar absolutamente todo hasta su propio ser por el tacto de aquella lengua. Cuando estaba a punto de dejarse llevar por completo una punzante y dolorosa sensación penetraba su pecho. Las uñas de katrina habían iniciado una expedición en busca del mayor latido que Sam podía ofrecer. Su mano atravesó su caja torácica. Cada fibra de su cuerpo cedía al paso de sus uñas metálicas con la facilidad con la que se corta la mantequilla. Le invadió un insoportable frío que lo vaciaba de sí mismo poco a poco.
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