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**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
BLACK FOREST, LA NIEBLA
Prólogo
“Pórtate bien Anne”
House on a Hill
1700, Herish.
Una mano gentil le acariciaba, apartándole un mechón de cabello detrás de la oreja. Abrió los ojos con dificultad por el sueño acumulado. Cuando consiguió enfocar la vista fue a su madre a la que vio arrodillada junto a su cama, con una sonrisa que no era la habitual.
-Anne… vamos levántate. Tienes que vestirte.
Anne se incorporó en la cama mirando a sus hermanos que seguían profundamente arropados por el abrazo de Morfeo.
-No los despiertes, hoy vamos a salir solas tú y yo.-Susurró su madre desde la puerta de la habitación.
Tomando la mano de su madre, Anne, pone un pie en la calle. El frío de la mañana rozó sus mejillas con gélidas uñas. Era un aviso de realidad demasiado grueso teniendo en cuenta que tan sólo unos minutos antes aún estaba envuelta en las sábanas blancas de su cama. El cielo clareaba, con el sol oculto entre las montañas. Los comercios aún no habían abierto. Apenas había gente. Al llegar a la plaza principal de la ciudad la madre de Anne se agachó para mirarla a los ojos.
-Vamos a esperar un poco ¿Vale? No será mucho tiempo ¿Tienes frío?-Preguntó frotándole los brazos por encima de la ropa.
-Mamá… ¿Vamos a misa?
Su madre le devolvió una mirada extrañada por la pregunta. Anne respondió mirándose el vestido, se trataba de las mejores ropas que tenía, las que solo usaba los domingos.
-No, cariño. No vamos a misa…-La miró de arriba a abajo como si revisara que todo estuviera en orden. Le arregló el pelo, colocó el lazo de su vestido y pellizco sus pómulos. Cuando hubo terminado volvió a mirar a Anne a los ojos.
Anne vio el rostro de su madre compungido, algunas lágrimas se le escaparon y para cuando se las secó ya era tarde.
-¿Por qué lloras mamá?
-Cariño… ¿Te acuerdas de que papá trabajaba fuera de la ciudad?
-Sí… trabajaba en una mina… y se puso enfermo…
-Así es. Desde entonces pasáis mucha hambre tú y tus hermanos.
-Sí.
-Pues eso no va a volver a pasar.
-¿Papá se ha puesto bien?
-No…-La madre de Anne tomó aire y continuó.-He encontrado un nuevo hogar para ti. En el que serás feliz, y podrás tener todo lo que quieras.
-Y… no… ¿No os veré más?
-No…-La mujer se derrumbó en el hombro de la pequeña llorando desconsoladamente.-Lo siento…-Se separó de ella secándose las lágrimas al escuchar un coche de caballos frenando a su espalda. La puerta se abrió.
-Buenos días.-La inesperada voz de un hombre se interpuso entre ellas. La madre de Anne se levantó e hizo una reverencia a modo de saludo. La niña se escondió tras la falda de su madre. Del coche salió un hombre que miraba a Anne desde lo alto de su imponente envergadura de forma intimidante.
-Buenos días…-Pronunció la mujer apartándose el pelo y alguna que otra lágrima más de la cara.
-¿Esta es la niña?
-Sí, es ella. Anne, cariño, saluda.-Apartó la falda a un lado pero Anne volvió a esconderse.-Discúlpela, es un poco tímida.
-Y más pequeña de lo que comentó.
-Le aseguro que es encantadora y obediente, no le dará problemas, es exactamente lo que está buscando.
-¿Ha estado enferma?-Preguntó con el ceño fruncido.
-Nunca.
El hombre suspiró con resignación.-Muy bien. -Hizo un gesto al coche. Del interior salió un muchacho joven cargado con una caja.-Aquí tiene lo que habíamos acordado.
-Gracias.
-Imagino que querrán despedirse. Esperaremos dentro. Tenga buen día señora.-El hombre se sube al coche seguido de su lacayo.
La mujer se vuelve a agachar frente a Anne que tenía sus ojos envueltos en lágrimas. Dejó escapar un suspiro descorazonador.
-Todo irá bien, en su casa no pasarás frío, ni hambre, tendrás montones de vestidos y…
-¡No quiero! ¡No quiero ir!-Los parpados de la pequeña, sin poder contenerlas más, dejaron escapar todas las lágrimas.
-Sshh…-Chistó.-Las cosas van a cambiar. Será mejor para ti.-Le limpió las lágrimas con un pañuelo.-Cuando subas a ese coche ya no podrás llorar ¿De acuerdo? Porque si lloras me harás llorar a mí y a tus hermanos.
La niña asintió en silencio.
-No olvides nunca que te quiero.-Tomando a la cría de los hombros la condujo al carruaje.
-Pórtate bien Anne.-Susurró dejando un beso en su mejilla.
Con un pequeño empujón de su madre subió los peldaños hasta el interior. Dentro estaban los dos hombres. Se sentó en el primer hueco libre justo enfrente del que había estado hablando. Él asintió a modo de saludo. Anne se giró para mirar por la ventana cuando los caballos relincharon. Su madre la despedía con la mano haciéndose cada vez más pequeña con la distancia. Cuando el carro salió de la plaza vio que caía sobre sus rodillas con las manos cubriéndole el rostro. Alguien se acercó para tratar de levantarla. Al girar en una esquina la perdió de vista.
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