Este imponente edificio fue construido en nombre del Conde de Blackesley, Constantine Blackesley, como un obsequio para su esposa Catalina Blackesley. Ambos felizmente casados se mudaron a este castillo con el fin de compartir su vida juntos más cerca de los negocios del conde. Por la época, el lugar suscitaba la envidia de cualquiera que fuera invitado a su interior puesto que sus techos y ventanales eran considerablemente más grandes y espectaculares que los de cualquier otra arquitectura en los alrededores. Por desgracia, un terrible accidente sumió al castillo en un incendio que se cobró la vida de todos los sirvientes y de los mismísimos condes como víctimas. Dejando tras de sí únicamente la estructura de piedra.
Siglos después, el castillo está completamente abandonado. Los techos hundidos, los vidrios resquebrajados y la vegetación que ha tomado el lugar con el paso del tiempo. Solo algunos intrépidos muchachos se han atrevido a saltar sus vallas para aventurarse a lo desconocido como parte de algún reto entre ellos. Sin embargo, hay rumores de que en los últimos años han llegado camiones a la colina cargados con material de obra, trabajando día y noche.