Black Forest La Niebla | 11

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                              **DISCLAIMER**
Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 11

“Está enamorado de ti”

Closer

Desde la entrada se escuchaban carcajadas estruendosas, varias voces cantaban a gritos una canción que retumbaba las paredes de toda la casa. Katrina pulsó el timbre, no obtuvo respuesta, el sonido era eclipsado por completo por la música. Esperó pacientemente. En el cambio de canción volvió a pulsar con insistencia. Cuando una nueva canción empezaba a estallar en los altavoces el volumen descendió de pronto. Un hombre de mediana edad, con entradas y una prominente barriga abrió la puerta. Olía a alcohol y miraba a Katrina de arriba a abajo sin cortarse un pelo.

-Hola, guapa.

-¿Está Samuel?-Preguntó Katrina echando un vistazo al interior.

-¿Quién es?-Una cabeza poblada de bucles castaños se asomó por la puerta, los ojos avellana miraron a Katrina con sorpresa y simpatía.

-Hola, soy una compañera de clase de Sam me llamo…

-¿Katrina?

-Sí, la misma.

-¡Qué alegría! No paro de oír hablar de ti. Me alegro muchísimo de conocerte al fin. Soy Linda, la madre de Samuel.-Linda abrazó a Katrina cálidamente.

-Encantada…-Katrina se tensó ante el contacto inesperado.

-Pasa, pasa, Sam está en su habitación es la última del pasillo a la derecha.

-Gracias.-Katrina sorteó al hombre de la puerta que no se apartó ni un ápice para facilitarle el paso. Se limitó a seguir mirándola como si fuera comestible. La entrada daba a un pequeño salón con cocina en el que había una mujer fumando sentada al lado de un hombre que tampoco le quitaron la vista de encima, pero esta vez, se trataba más de curiosidad que otra cosa.

Atravesó el angosto pasillo, pasó delante de un par de puertas hasta llegar al final. El pasillo estaba únicamente iluminado por la luz que llegaba desde el salón, frente a la puerta de Sam estaba en penumbra. Dio un par de toques.

-¡Dejadme en paz parásitos!-Gritó Sam desde el interior.

-Soy Katrina.

-¿¡Katrina!?-Se escucharon unos estruendos, movimiento de papeles y los pasos rápidos y nerviosos de Sam de un lado a otro.-¡Dame un segundo!

Katrina sonrió inconscientemente. Los pasos de Sam se acercaron a la puerta, su sombra se coló debajo de esta. Unos cerrojos se abrieron.

-Hola.-Sam abrió sonriente. Llevaba un pantalón de pijama holgado de cuadros y una camiseta de manga larga, estaba descalzo lo que hacía que pareciera un poco más bajo que de costumbre. Se apartó para dejarla entrar.

Katrina sintió como si atravesara una aduana en un país extranjero. La habitación de Sam era bastante pequeña, la cama ocupaba toda la pared derecha dejando espacio para una pequeña mesa, una estantería encima de ella, una silla y un armario encajonado en la esquina que no dejaba abrir la puerta del todo. La mesa y la estantería estaban repletas de libros, cuadernos y papeles sueltos.

Sam cerró la puerta con los cerrojos, tres para ser exactos.

-¿Ahora estoy secuestrada?

Sam rio nervioso con aquella idea.-No, es más bien para que “ellos” no entren.

La imagen del hombre mirándola descaradamente apareció en la mente de Katrina.-Sí será lo mejor…-Se sentó en la cama a medio hacer.

Ambos se miraron en silencio por unos segundos que se hicieron eternos. Katrina cogió aire y valor.

-Solo quería comprobar que estabas bien… ¿Estás bien?

Ante la mirada de sincera preocupación de los ojos grises de Katrina, Sam, soltó un largo suspiro. Se sentó a su lado.-Estoy bien.-Dijo- Aún estoy procesando todo lo que ha pasado. Resulta que mi mejor amigo es homosexual, ha tenido una relación con el chico al que hacía bullying y…

-Está enamorado de ti.

-Sí…-La mirada de Sam se perdió en el vacío un momento.-Me siento… No sé cómo me siento. Creo que no lo entiendo.

-Tampoco hay nada que entender.

-¿Cómo no me di cuenta? Se supone que es mi amigo y le gusto… ¿Yo?-Sam se señaló a así mismo.-¿Por qué yo?

-¿Y por qué no?

Sam la miró en silencio, alargó la mano y le rozó la mejilla pálida, suave, perfecta. Katrina se tensó por un instante.

-¿No llegó a rozarte?

-No. La cara la tengo bien… solo me duele el culo de la caída…-Katrina rio suavemente tratando de aligerar el ambiente

-Estuvo a punto.-Sam frunció el ceño y apartó la mano.

-Estoy bien…

-Arón no es un monstruo… es solo… él… Nos volvimos muy cercanos cuando mi padre murió. Me apoyó muchísimo porque… en cierto sentido me entendía. Su padre les abandonó a su madre y a él cuando era un crío… No es… No es un monstruo…-Se repitió. No estaba muy seguro de a quien trataba de convencer.-Estaba solo Katrina. Solo tenía a su madre y la mujer… No está bien, él no está bien. Sé que nada justifica su comportamiento ¿Pero cómo evitamos que vaya a más? El colegio lo único que hizo fue expulsarle. Se quitaron de encima el problema, así de fácil.

-Nadie puede pasar por algo así sin ayuda.-Contestó Katrina.-Necesita ayuda. La necesitáis.

Sam negaba con la cabeza, negaba ante sus propios pensamientos. De nuevo otro silencio. Katrina le observó. Sus ojos azules miraban en el interior de los suyos como si esperara alguna señal.

-Parece… que le has hablado a tu madre de mí…-Dijo con sorna.

Sam le tiró la almohada a la cara.

-¡Imbécil!-Katrina se la devolvió. Rieron liberando las tensiones que estrujaban sus músculos desde hacía horas.

-Tuve que decírselo ¿Cómo le iba a explicar que alguien me venía a buscar en moto?

Katrina paseó la mirada por los papeles amontonados con prisa sobre la mesa. Estaban repletos de texto escrito a mano. A Katrina le llamó la atención la forma tan característica que trazaban las líneas. Se levantó para examinarlos mejor. Cuando Sam se percató corrió despavorido a guardar los papeles mejor, los cogió todos y los tiró al último estante. Katrina no alcanzaría aunque quisiera, le miró con una ceja levantada.

-¿Escribes poesía?-Preguntó con tono burlón.

Sam se mordió el labio, había llegado tarde.-Son canciones.

-¿Compones música?-Esta vez la pregunta de Katrina sonó a auténtica sorpresa.

-No… aún no… estoy en ello…

-Las canciones sin melodía… ¿No son poesía?

-Son proyecto de canciones.-Corrigió Sam.-Estoy un poco atascado, eso es todo.

-Me gustaría escucharlas.-Confesó apoyándose sobre la mesa.

-Me pondré las pilas entonces.

-También podrías ponerte las pilas en otras cosas…

Sam sintió su vientre arder. No era real lo que acababa de escuchar… o puede que sí, pero ya estaba demasiado cerca de Katrina como para dudar.

-¿Por ejemplo?- Preguntó a punto de rozar sus labios.

-Hay que entregar un trabajo de historia mañana.

-¿Qué?-Sam se alejó con un vote.

-La señora Olivia nos ha puesto juntos. Tenemos que escoger un invento o descubrimiento que fuera significativo en un marco histórico concreto.

-Me tomas el pelo.

-No.

-¿Y por qué me lo dices ahora?

-Callada estoy más guapa ¿recuerdas?

Sam cerró la boca de inmediato. Se apoyó en la mesa al lado de Katrina, era demasiado pequeña para los dos así que estaban pegados el uno al otro.

-No te preocupes casi lo he acabado. Me falta redactar un par de cosas y pensar una buena conclusión.

-¿Qué invento has escogido?-La voz de Sam revelaba la decepción y aburrimiento que le producía ese cambio de conversación tan drástico.

-La guillotina.-Katrina sonrió ante los ojos incrédulos de Sam.-La revolución francesa es muy divertida, aunque realmente no se inventó en ese periodo, pero fue crucial así que con una buena justificación será válida.-Se despegó de la mesa y de Sam.-Así que tengo que irme ya, si no quiero pasarme la noche en vela.

-Espérame fuera, voy a vestirme. Te echaré una mano.

Al llegar a la habitación de Katrina fue Sam el que se sintió en otro planeta. Habría jurado que su casa entera cabía allí dentro. El suelo era de madera a juego con las vigas del techo y los postes de la cama, de los cuales colgaba un dosel semitransparente. Fotografías, posters y láminas artísticas cubrían las paredes creando un mosaico simétrico hasta llegar a un rincón, donde se encontraba una enorme librería y un escritorio presidido por la pantalla del ordenador. Todo aquello se volvió borroso e insignificante cuando sus ojos se posaron sobre un piano frente al ventanal.

-¿Tocas el piano?-Sam se adentró en la sala como un rayo. Posó sus manos sobre el instrumento levantando la tapa que cubría las teclas.

-Sí.-Katrina le siguió con un paso más pausado.

-¿Desde cuándo?

-Pues… No te sabría decir… desde siempre.

-¿Qué tipo de música?

-Clásica sobre todo.

-Menudo coñazo.

-También toco el violín…-Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. La mirada de Sam se clavó en ella sin pestañear.

-¡Tienes que enseñarme a tocar! Yo escribiré y tú tocas, podemos componer juntos… espera… ¿Sabes cantar?

-Sam… hemos venido por el trabajo de historia.

-¡Qué le den!-Sam se acercó a Katrina y tomó sus manos llevado por la emoción. Katrina volvió a tensarse.-¡Qué le den a todo! Katrina haremos cosas mucho más grandes… es el destino ¡Vamos a ser ricos!

-Parece un buen plan… pero yo no toco delante de la gente.

-¿Por qué?

-Miedo escénico, en realidad, terror escénico. Solo pensarlo me da náuseas.-Algo se rompió en el aire cuando la sonrisa de Sam desapareció.-Supongo que podría ayudarte a aprender teoría musical. Seguro que te ayudaría a la hora de componer…-Un atisbo de sonrisa volvió.-Pero antes…-Katrina tiró de una de las manos que Sam le había ofrecido en dirección al ordenador.

Sam tomó la iniciativa y se sentó en la silla frente a la pantalla. Katrina le mostró el documento.

-Hacemos una cosa. Tú tienes toda la “info” así que ve diciéndome lo que quieres poner y yo lo escribo.

-¿Vas a escribir todo el rato?

-Sí… -Colocó las manos en el teclado.- A lo tonto hace bastante que no escribo en un ordenador, me vendrá bien.

-¿Hace mucho?-Preguntó Katrina extrañada.

-Los cerrojos en la puerta de mi habitación… es porque una vez unos “amigos” de mi madre me robaron.

-Te robaron el ordenador.-Dijo Katrina completando el espacio en blanco.

-Sí. Pero eso no es lo peor ¿Viste que había una mujer fumando en el sofá?-Katrina asintió-Una noche al volver de fiesta me la encontré dentro de mi cama… y no estaba sola… y no estaban durmiendo…

-Joder…-Katrina se llevó la mano a la boca. Sam se rio de la reacción.

-Tuve que tomar medidas. Así que yo me encargo de escribir.

Los dedos de Sam cogieron velocidad. Se movían con una agilidad rítmica casi musical. Las horas pasaron ligeras entre ambos. De vez en cuando se escapaba una risa, una mirada, un contacto fugaz.

-¿Qué tienes pensado para la exposición?

-Pues he hecho una presentación de diapositivas y me aprenderé un pequeño guion.

-Qué original.-En la voz de Sam se leía el sarcasmo.

-Acepto sugerencias.-Katrina le miró fijamente unos segundos aguardando por una respuesta.

-Tienes razón, tu idea es genial.-Sam tecleo el punto final en el trabajo.-¿Hemos acabado ya?-Sam miró la hora en la esquina inferior de la pantalla.-Son las 12… Llevamos 4 horas con esto… No me lo puedo creer.

-A mí también se me ha hecho muy corto…

-Oye Katrina…-Sam se giró en la silla para mirarla de frente. La distancia entre ellos se había reducido paulatinamente con el paso de las horas. Sin embargo, no habían sido conscientes de lo cerca que estaban hasta ese momento. Sam tragó saliva.-Sé que has dicho que no, pero prométeme que algún día tocarás conmigo.

Katrina se detuvo antes de contestar. Se volvió sobre sí misma dirección a la puerta como si hubiera escuchado algo. Sam la observó sin comprender.

-¿Qué pasa?

Se escuchó la enorme puerta de la entrada abriéndose y cerrándose.

-¡Katrina! ¿Estás en casa?-Una voz masculina hacía eco por los pasillos del castillo.

-Dame un minuto.-Katrina se precipitó hacia la puerta, su cabello suelto ondeaba a su espalda siguiendo sus movimientos.

Sam esperó unos segundos en la silla “¿Qué estoy haciendo? Debería volver a mi casa” pensó. Le echó valor y salió de la habitación escaleras abajo. Al pie de las escaleras encontró a Katrina hablando en voz baja con un hombre alto trajeado y pelo castaño repeinado. El verde oscuro de sus ojos se chocó con el azul pálido de Sam.

-Así que tú eres el famoso Sam.-La voz de aquel hombre era familiar.-Nos conocimos a través del telefonillo, ya era hora de hacerlo en persona. Soy Hans.

Sam estrechó la mano que le tendía. -E-encantado.-Cuando creía que la vergüenza por aquel momento había pasado ahí estaba de nuevo.

-Ha venido para hacer un trabajo de historia.-Explicó Katrina.

-¿Y qué tal os ha ido?

-Muy bien, justo hemos acabado así que llevaré a Sam a su casa.

-¿A estas horas? No, el camino del bosque está oscuro y parece que va a llover en cualquier momento. Le llevaré yo.

-Es un camino muy corto. Además lo hago todos los días, no pasará nada Papá…

-Puedo ir andando…-Dijo Sam incómodo.

-No, de verdad. Insisto.-La voz de Hans, suave y amable, no daba lugar a réplica.

Katrina miró a Sam con una disculpa velada, él se resignó a que el padre de la chica que le gustaba le llevara a casa en coche.

Hans y Sam se acercaron al vehículo negro. Un vehículo que Sam ya había visto en otra ocasión, en Herish, cuando vio a Katrina de noche con un grupo de gente “¿Estaba con su padre ese día?”.

Dentro los asientos estaban fríos, el ambientador era extremadamente dulce casi podía masticar los granos de azúcar. El motor rugió al accionar la llave, una música de jazz comenzó a sonar. Algunas gotas se estrellaban contra el parabrisas en la oscuridad. El trayecto no duraba más de unos pocos minutos, pero el silencio hacía que los segundos se expandieran hasta el infinito.

-Es aquí.-Anunció Sam disfrazando su impaciencia torpemente. El coche no había parado por completo cuando estaba abriendo la puerta.-Muchas gracias por traerme.

Hans miraba fijamente a Sam, en la penumbra sus ojos aún parecían más oscuros, sus rasgos más afilados, su gesto serio, severo. Sam tragó saliva.

-Un placer.-Contestó Hans con una media sonrisa forzada.

Sam cerró la puerta del coche, la de su casa, la su habitación. Tres puertas y aun así el tono amenazador de ese hombre aún resonaba en su cabeza. Se desplomó sobre la cama con la cara hundida en la almohada, que aún olía a Katrina. “Su padre me odia”.

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