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**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
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BLACK FOREST, LA NIEBLA
Capítulo 25
“Me matará”
Enjoy the silence
Dentro de la cocina del Castillo Blackesley lo único que se oía era el incesante tic tac del reloj de pared. Katrina estaba sentada en un taburete frente a la isla en el centro de la sala. Daba vueltas a la cuchara dentro de la taza de té. Tenía la mirada perdida a través de los ventanales. Dio un sorbo del líquido que ya estaba frío. Observó las diminutas hojas que se habían aventurado a atravesar el filtro, daban vueltas en el interior en una tranquilizadora danza ritual. El sonido de la puerta de entrada la sacó de su ensimismamiento. Un arco separaba la cocina de un corredor desde el cual se veía el hall. Hans se echaba el pelo hacia atrás mientras sonreía como un adolescente encaprichado.
-Hans… Te va a pillar el sol si no tienes más cuidado.
-Tranquila, tranquila. Te prometo que no saldré ardiendo.-El tono de Hans era divertido. El ambiente cambió cuando miró a Katrina. Aún seguía dando vueltas a la cuchara.-¿Va todo bien? ¿Sigues enfadada conmigo?
-No… No, claro que no. En realidad… creo que no tengo derecho a juzgarte… estaba equivocada…
-Eeh… Vale… ¿Estás bien?
Katrina se quedó mirando a Hans en silencio. Necesitaba desahogarse, pero de alguna manera exponer lo que estaba ocurriendo lo hacía demasiado real. Enterró la cara entre las manos cansada. Él se sentó en el taburete libre a su lado.
-Gabriel me ha contado que Sam te besó. Ya no te tiene miedo.
-Eso parece.
-¿Por qué huiste?
-Gabriel es un auténtico cotilla.
-No me caería bien si no lo fuera.-Hans cruzó las piernas de forma altiva como si lo que acabara de decir fuera completamente evidente.
Katrina rio levemente.-Me transformé. Me sorprendió. Estaba… descolocada.
-Ya es la segunda vez…
-La tercera, en realidad. Y por si fuera poco Krysta se me ha aparecido.
-Hay que ver que popular eres.-El buen humor de Hans no para de chocarse de bruces con la fachada sombría de Katrina.-Cuéntame.
-Me ha dicho que los latidos que he sentido son suyos no míos… que para cumplir con el trato tengo que convertir a Sam, en ese momento utilizará mi vínculo con él para ocupar su cuerpo.
Hans se llevó una mano a la boca incrédulo.-Y… ¿Te devolverá la humanidad?
-Si completo mi parte sí.
-¿Vas a…
-No. No puedo…
-Y… ¿Entonces?
-Me matará.
Hans se levantó del taburete. Se ahuecó la corbata mientras caminaba de un lado a otro dando vueltas a lo que acababa de escuchar. Katrina era su mejor amiga, era su familia. Habían compartido su existencia durante más de 100 años ¿Cómo podía aceptar que desapareciera así?
-Vale, algo habrá que podamos hacer ¿No?-Hans sonaba desesperado.
Katrina no respondió. Los pasos a seguir se habían acabado. Ante ellos no había más que un acantilado hacia la oscuridad infinita. Caída libre ante el brutal desconocimiento.
***
Los últimos exámenes del año ya estaban aquí. Sara salió de casa antes de lo previsto. Los nervios apenas habían dejado que pegara ojo un rato en toda la noche. La fresca sensación de humedad matutina le ayudó a despejarse camino al colegio. En su cabeza, recitaba por orden los contenidos del temario que en una media hora tendría que plasmar en el papel blanco.
Cuando el colegio se dibujó en su campo visual algo en la acera de enfrente captó su atención. Era Tomás. Fumaba en la puerta del supermercado con semblante distraído. Sara le observó, parecía reflexionar profundamente perdido en sus pensamientos. Inhalaba el humo a través de sus dedos índice y corazón ornamentados con enormes anillos. Bajo el chaleco naranja corporativo llevaba una sudadera negra a juego con su gorro de lana que llevaba siempre puesto salvo un mes al año en el que hacía demasiado calor incluso para él. Bajo el gorro algunos bucles castaños se enroscaban hasta su mandíbula cuadrada. Entre las ondas de su pelo sus ojos marrones se encontraron con Sara. Sonrió al instante.
-¡Sara! Has madrugado.
-Uf… He dormido fatal. Estoy como un flan.
-¿En serio?
-Sí… he estudiado un montón y aún así… es que nos lo jugamos todo en unos pocos días… Estoy harta de verdad.
-Bueno esta semana se acaba todo ¿No?
-Sí…-Sara se llevó la mano a la frente agotada.
-Todo irá bien, ya verás.- Posó una mano en el hombro de su amiga. Ella puso la suya encima.
-¡Ey! Hola…
Una chica de largas piernas y melena lisa color canela les saludó. Sara la conocía. Era una antigua compañera de clase de Tomás y Sam.
-¡Norah! Creía que te habías mudado a la ciudad.-Tomás sonaba sorprendido de verla por allí.
-Sí, esa era la idea, pero me he quedado sin plaza en la residencia que me gustaba. A lo mejor el año que viene, ir en coche se hace un poco pesado aunque… tiene sus ventajas…-Dijo de forma insinuante.-He oído que trabajas aquí.- He oído que tú y Leah… ya no estáis juntos.
-Bueno, realmente nunca hemos estado “juntos”.-No hacía falta ser adivino para notar que tener que hablar de ello le incomodaba notablemente.
-¿Trabajas en el súper?-Norah ya sabía la respuesta, pero le valía para cambiar de tema.
-Ya ves.-Tomás dio una vuelta sobre si mismo mostrando el uniforme.
-Creía que ese chaleco no le quedaba bien a nadie…
-Y tienes razón.
Norah rio en respuesta. Rio casi demasiado para un chiste tan casual. Su sonrisa, el movimiento de su pelo, ese ligero balanceo. Todo su lenguaje corporal mandaba señales inequívocas. Sara las veía todas de forma transparente y le molestaba. Era imposible no darse cuenta de que antes de que ella llegara ellos ya estaban manteniendo una conversación. No contenta con haber interrumpido, se atrevía a hacer a Sara a un lado de una manera tan directa que ni siquiera se había dignado a saludarla. No podía decir que Tomás estuviera participando, o no le importaba, o no lo había notado. Cualquiera de las opciones era igual de molesta.
En algún punto de aquel descarado juego, Sara, se levantó y abandonó camino al instituto. Al cruzar la calle la tensión por los exámenes era palpable en el ambiente. Alrededor del edificio, apoyados en los coches, sentados en los bancos y hasta en el suelo, grupos de alumnos formaban círculos pasándose páginas unos a otros.
-¡Sara!-La voz de Gabriel se alzó entre el murmullo llamando su atención.-¡Ven siéntate aquí!
-Hola ¿Estás repasando?
-Ya no sé ni lo que estoy leyendo, en serio. Estoy muy nervioso.-Gabriel estaba rodeado de papeles en los que se podía distinguir la jerarquía de valor por los colores del subrayado.
-Y yo. Casi no he dormido.
-Ya somos dos.
-Ya somos tres.-Coincidió Yakima acercándose apuntes en mano.
-Pero que dramáticos sois.-Leah puso los ojos en blanco burlándose de sus amigos.
-Te juro que cada vez que miro las páginas tengo la sensación de no saber nada…-Los ojos de Yakima iban de un párrafo a otro sin mucha coherencia.
-¡Fácil! Deja de mirarlos.
-¡Hola! Os veo un poco tensos…-Dijo Katrina expresando lo obvio.
-De todas maneras ya no hay nada que hacer así que… -Sam se interrumpió así mismo con un bostezo.-Estad tranquilos.
El timbre de inicio de clases sonó en toda la calle. Presagiando lo inevitable como lo harían las trompetas del apocalipsis. Los alumnos entraron en el edificio para enfrentarse cara a cara a los que serían los últimos exámenes del año. Los que marcaban el final de una era académica. Los que les separaban del que sería su tan nombrado y proclamado futuro.
Por primera vez en todo el curso, el aula estaba en pleno e inquietante silencio. Solo se oían las bolas metálicas de los bolígrafos surcar las fibras de papel a toda velocidad, impregnando sus pulcras betas de la tinta negra prueba de meses de estudio.
Katrina miró a un lado un instante. Sam, con el ceño fruncido de concentración, escribía sin descanso.
Fue una semana larga y corta al mismo tiempo. Ese sentimiento en el que ves la luz de la libertad, sientes la brisa en la cara a punto de llegar y, sin embargo, tus pies no tocan la hierba aún. El final tan cerca, pero a muchas horas de distancia.
***
La profesora Olivia, sobres en mano, pasaba cerca de las mesas leyendo en voz alta el nombre del dueño de cada sobre. A este gesto le seguían las caras de alegría y decepción al comprobar los resultados.
-Samuel Llagaria.- Olivia le tendió el sobre mirando a Sam por encima de las gafas con una sonrisa cómplice. -Enhorabuena.-Susurró.
Con los ojos como platos y un nudo en el estómago abrió su sobre. Sus iris se movieron de arriba abajo contando todas las notas. Había aprobado todas las asignaturas y algunas de ellas con una nota bastante buena. Levantó la vista para encontrarse con las caras de sus amigos esperando una respuesta. No tardaron en adivinarlo al ver su rostro de profunda alegría. Sara no pudo reprimir un pequeño grito y la clase estalló en carcajadas.
Al llegar el final del día se reunieron todos en la puerta.
-¡Madre mía! ¡Qué hemos acabado!-Leah gritaba y bailoteaba celebrando el final de todo.
-Tenemos que celebrarlo.-Sentenció Yakima sin dar pie a una negativa.
-¡Sí! ¡Eso es!
Entre los gritos de emoción Katrina se acercó a Sam y entrelazó sus dedos con los suyos.
-Felicidades.-Le dijo al oído.
-Igualmente.-Contestó el del mismo modo.
-¡Ya sé lo que podemos hacer! ¡Sara!-Leah agarró a Sara por los hombros.
-¡¿Qué?!
-¡Vayamos a tu casa de la playa!
-¿Tienes una casa en la playa?-Preguntó Gabriel.
-En realidad la casa es de mi abuelo, que la construyó él… y está muy vieja…
-Es una casita preciosa…-Describió Leah quitando importancia a las quejas de Sara.
-Bueno tiene su encanto…
-¿Eso es un sí?
Todos hicieron un círculo alrededor de Sara. No pensaba declinar la propuesta, pero con semejante presión como para tardar un poco en pensárselo.
-Antes… Leah deberías…-Sara tomó a su amiga de las manos.-Tienes que hablar con Tomás.
-¡No!
-¡Sí! No puedes alargarlo más. Arreglad lo que ha pasado. Es nuestro amigo y tiene que venir.
-La verdad…-Añadió Katrina.- Sé que lo que hizo estuvo mal, aun así tampoco está bien que le apartemos para siempre…
-¡Vale! Está bien… -Leah cruzó los brazos sobre su pecho.-Hablaré con él y le diré que venga, pero a John no le quiero ni ver.
-A mi hermano yo ya le aguanto lo suficiente en casa.
-Trato hecho.
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