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**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
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BLACK FOREST, LA NIEBLA
Capítulo 42
“¿El Conde ha vuelto?”
Walk Through the Fire
-Krysta…
-Hace tiempo de la última vez. Has cambiado.
-¿Por qué me has traído aquí?
-Sam… tenemos que ayudar a Katrina…
-¿Qué? ¿Qué ha ocurrido?-Sam avanzó un par de pasos en su dirección.
-Está muy débil, apenas puede incorporarse.
-¿Dónde está?-Giró en todas direcciones en busca de esa voz que había escuchado antes.
-Aquí no está, te he traído para hablar contigo. Ven.-Krysta extendió sus manos hacia Sam.-Te llevaré con ella.
Llevado por la confusión, Sam levantó las manos hacia ella cuando ese penetrante dolor perforó su sien con gélida solidez. Dio un paso atrás llevándose las manos a la cabeza. Se levantó el viento, creando un remolino de niebla que los rodeaba como un inmenso espectro.
-Vamos Sam… no hay tiempo.- apremiaba Krysta aproximándose a él.
Aquel frío incesante reverberaba en las paredes de su cráneo, impidiéndole que sus neuronas hicieran el contacto suficiente para recordar. El viento cada vez soplaba a mayor velocidad, ondeando las faldas de Krysta descubriendo un par de pálidos pies desnudos cubiertos de barro.
-¡Sam! No te resistas Katrina está en peligro. Tenemos que ayudarla.
-Eso no tiene sentido…
-Se nos acaba el tiempo ¡Deprisa!
-¿Cómo vas a querer ayudarla? Se fue por tu culpa.
-¡No! Yo jamás le habría pedido que se alejara de ti.
-Se fue para protegerme ¡Lo que la está matando eres tú!
El viento paró. Dejando suspendida la niebla en un estado de casi ingravidez. El silencio les dominó a ambos. Krysta quedó petrificada mirando a aquel hombre que había roto la ilusión antes de que empezara siquiera.
-No puedes escapar de lo que eres Sam ¿Crees que la gente se acerca a ti por amistad? ¿Crees que tu música atrae por su calidad?
Sam dio un par de pasos más hacia atrás hasta que su talón chocó contra algo. Dio media vuelta para descubrir una puerta de madera. Era una casa baja, con una estructura antigua rodeada de pequeños cultivos de flores y distintas especies de plantas.
Volvió a girar para encontrarse con Krysta. Ella no estaba. El bosque también había cambiado. Estaba en un camino de arena cuyo trazo le era familiar. Seguía hacia la derecha donde se podía distinguir el inicio de un pueblo entre los árboles. A la izquierda del camino había un metido en cuesta. Si lo seguía con la mirada se encontraría con los picudos tejados del Castillo Blakesley. Allí estaban, sin embargo, daban la impresión de ser más brillantes y pulidos de lo que los recordaba. Con la mano sobre la madera de la puerta volvió a enfrentarla.
-Es… mi casa…
El sonido de un carro de caballos sobre la grava le sacaron de su ensimismamiento. Una joven de cabello castaño salió del coche ataviada con unas vestimentas de una época pasada. Se acercó a la puerta con cierta duda en su rostro. Con un par de golpes suaves invocó una respuesta en el interior.
-Adelante.-La voz de una mujer se escuchó a través del grueso leño.
Sam entró en la casa tras ella. Dentro estaba algo oscuro, había plantas, velas, libros, botes y extraños utensilios en todas las mesas, estanterías, incluso en el suelo. Sentada en un taburete con un mortero en la mano, estaba una mujer con una larguísima melena rubia repleta de canas rizadas, numerosas arrugas poblaban su frente. Era Krysta, sin embargo, parecía tener más años de como se mostraba en su cabeza.
-Bu… buenas…-Dijo la muchacha con un hilo de voz.
La mujer levantó la vista. Aquella penetrante mirada azul la dejó helada. Sam observaba la escena desde la puerta, sintiendo en sus entrañas dispararse todas las alarmas de peligro.
-¿Qué quieres niña?
-V-verá… Quería… si tuviera la amabilidad… estaba interesada en adquirir unas flores.
-¿Flores?
-S-sí… a poder ser… de colores llamativos…
-Creo que te confundes niña. Mis flores son para pomadas, ungüentos, infusiones… No hago ramilletes ni centros.
-Oh… He visto tantas flores al rededor de su casa… pensé… después de venir hasta aquí…
Krysta se levantó del taburete para acercarse a la mesa que presidía la sala. Decantó el contenido del mortero en un cuenco y lo mezcló
-Me temo que no voy a poder serte de ayuda.
-No…-La joven dejó escapar un suspiro quejoso.-¿Ahora que le digo a la Condesa?
-¿La Condesa?-El tono de la mujer cambió notablemente hacia la curiosidad.
-Sí, la Condesa de Blackesley es mi señora.-La muchacha levantó la barbilla con orgullo.
-¿El Conde ha vuelto?
-¿Vuelto? Bueno… Él y su esposa llegaron a Black Forest hace algunas semanas. Fue el tema de conversación de todo el mundo…
-Apenas piso el pueblo ¿Qué hay del hijo del conde? ¿Vive con ellos?
Los ojos de la chica se agrandaron de pura sorpresa.-El hijo… Los Condes no tienen… ¿Tiene un hijo ilegítimo?
-Debería tener… alrededor de 20 años.
-El Señor Constantine no tiene hijos… que yo sepa.
-Puede que me esté confundiendo. La Condesa… ¿Es joven?
-Uy, sí. Joven y muy hermosa. Queda poco para su decimosexto cumpleaños.
La mujer da la espalda a la clienta y saca de un jarrón un ramo de lavanda. Separa una espiga guardándosela en un bolsillo del delantal.
-Mis flores son demasiado preciadas para venderlas como simple decoración, pero ya que tan distinguida señora cumple años en breve, le haré un obsequio.-Le tiende las flores.
-¿Se las regala?
-Así es.
-¡Es usted muy amable!-La joven inspira cerca de las flores.-Huelen de maravilla, seguro que le gustaran. Muchas gracias.-Retrocede a la salida con una cálida sonrisa en su rostro.-Qué tenga buen día, señora.-Se despidió meciendo el ramo con una mano. Abrió la puerta y salió.
-Maldito traidor ¿No dijiste que le buscarías? Mi pobre niño…-Con semblante pesaroso se acercó a un armario que se abría con una pequeña llave, del interior sacó un recipiente con una boquilla, vertió el contenido del mismo en un vaso cerámico sobre la mesa. Se llevó el vaso a los labios. Tras acabar el líquido su postura mejoró, sus arrugas menguaron y algunas canas desaparecieron.-El efecto cada vez es más débil…-De su bolsillo volvió a tomar aquella rama de lavanda que había sacado del ramo, La desmenuzó en su mano he inhaló el olor con los ojos cerrados.-¿A dónde vas? ¿No las llevabas al castillo?-Los abrió, sus iris se habían vuelto blancos radiando una extraña luz.- Así que esta joven es la Condesa… es humana… una humana corriente… ¿Qué es esta sensación? Orfebrería Lombard…
En cuestión de pocos segundos la niebla inundó la casa engullendo a Sam consigo. Sintió sus pulmones vaciarse de aire y su cuerpo tembló, cerró los ojos con fuerza esperando que pasara el vendaval. Hasta que todo lo que podía escuchar, se hizo silencio. La luna blanca iluminaba las nubes. Las calles de aquel pueblo le eran familiares. El frío y la humedad se pegaban a la piel traspasando las capas de ropa.
Los rizos rubios de una mujer encapuchada ondeaban a su paso hasta pararse frente a una puerta con el letrero “Lombard” encima. Sam entró en el taller tras ella.
-Buenas noches, disculpe, pero estaba a punto de cerrar.-Un muchacho moreno de ojos color miel salió del mostrador a interceptarla antes de que cerrara la puerta.
-Justo a tiempo entonces.-La mujer deja caer su capucha sobre su espalda, revelando su fuerte expresión, sus determinantes ojos de un azul sobrenatural.-La señorita Emilia le invitó a la fiesta que se celebra esta noche en Blackesley. Debe acompañarla.
-Ya le dije a ella que no estaba interesado ¿Emilia le ha pedido que venga expresamente a decirme esto?
-No, por supuesto que no.-Contestó visiblemente ofendida.
-Me temo que este asunto no es de su incumbencia.
-Lo que usted tema me es de poca utilidad. Debe ir. La Condesa le está esperando.
-¿Quién es usted?
-Eso también es de poca utilidad. La condesa quiere verle y usted irá. Le dirá lo que está deseando oír. Y lo hará asegurándose de que el Conde pueda escucharlo.
La mirada de Damien se nubló, asintió en silencio. Sam no necesitaba ver más. Sabía que la manipulación de Krysta fue un éxito.
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