Black Forest La Niebla | 12

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                              **DISCLAIMER**
Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 12

“¡Me gustas!”

Ocean eyes

Olivia atravesó el umbral de la puerta. Todos los alumnos se sentaron. Katrina giró la cabeza sobre su hombro hacia el asiento de Sam. Estaba vacío. “Llegará tarde” pensó, “Vendrá”. Con las gafas bajas en el puente de la nariz, la profesora, comenzó a llamar por orden a las parejas para presentar sus respectivos proyectos.

Sus compañeros salían, exponían y se sentaban de nuevo visiblemente más relajados tras quitarse el trabajo de encima. Katrina comenzaba a impacientarse. Miraba la puerta cada dos minutos esperando que la cabellera rubia de Sam asomara.

Leah y Sara se sentaron en sus asientos. Sara soltó un suspiro de alivio, estaba claro que tenía cierto reparo a hablar en público.

-Katrina…-La señora Olivia pronunció su nombre.-Supongo que te tocará exponer sola…

-Sí, eso parece…

-Bueno no te preocupes. Adelante, estamos deseando escucharte.

Katrina salió delante de sus compañeros. Colocó el pendrive en el ordenador y abrió el documento con la presentación. No llevaba ni un solo papel, ni anotaciones para guiarse y aun así parecía segura. Aunque irremediablemente decepcionada. Miró a la puerta por última vez y comenzó la presentación.

-El instrumento del que voy a hablaros se remonta al siglo XIII. Aunque no es a esta época a la que debe su fama…

En ese instante el manillar de la puerta giró suavemente. Esta entornó y Sam apareció tras ella.

-Perdón.-Susurró.

Traía consigo un objeto oculto bajo una sábana. Lo puso sobre la mesa de la profesora y se colocó al lado de su compañera. Katrina sonrió satisfecha y continuó con la presentación. En el momento que había explicado el marco histórico, se disponía a explicar el funcionamiento del invento en cuestión, cuando Sam levantó la sábana dejando a todos los presentes boquiabiertos.

Descubrió una pequeña guillotina. Al tiempo que transcurría la explicación, Sam hacía una demostración. Sacó una zanahoria de su mochila que tenía una cara sonriente dibujada. La introdujo por el orificio y dejó caer la hoja cortándola por la mitad. Arrancando el aplauso de sus compañeros.

La exposición fue un éxito.

En el camino de vuelta tras la clase de gimnasia, Sam, regresaba en busca de su guillotina para volver a casa cuando escuchó unas carcajadas familiares. Las siguió hasta los baños de los chicos, allí estaba John, el chico que le seguía como su sombra y Gabriel. Le increpaban y se reían. Sam apartó la duda a un lado, se armó de valor, abrió la puerta. Los tres chicos le miraron.

-¡Sam! Bienvenido a la fiesta.-Dijo John.

-En realidad…-Sam se acercó a John y le quitó de la mano lo que parecían ser las gafas de Gabriel. Eran bastante gruesas, el chico casi no podía valerse sin ellas.-… la fiesta se ha acabado.

-¿Qué pasa? ¿Ahora es tu “amiguito”? ¿Tengo que recordarte que por su culpa Arón no puede vivir aquí?

-Arón no puede vivir aquí por su propia culpa.

-¡¿Estás de su parte?! ¡Él puso la denuncia!

-¡John!-Sam respiró hondo.-Le denunciaron sus padres. Se coló en su casa en plena noche…

John se quedó bloqueado, sin saber qué decir.

-Arón necesita ayuda… defender sus actos no es la solución e imitarlos aún menos…-dijo Sam dilapidando la conversación.

John salió del baño hecho una furia. El otro chico le siguió corriendo sin mediar palabra.

-Ten.-Dijo Sam devolviéndole las gafas a Gabriel.

-Gracias.

-No hay de qué.

Los dos salieron del baño de chicos. Gabriel se adelantó, se despidió de Sam apretando el paso hacia la salida. Sam hizo lo propio. Katrina y las chicas aún no estaban fuera, debían haberse entretenido. Sacó su teléfono, buscó en su agenda por la “K”.

“¿Esta tarde podrías acercarte a mi casa? Tengo que enseñarte algo”

***

-Vamos Sara tía eres una lenta… Estará Yakima esperándome en la parada.

-¡Pues vete!-Dijo Sara con cierto disgusto mientras guardaba todos sus bolígrafos de colores cuidadosamente en su estuche.

-Tus apuntes deben ser una preciosidad.-Predijo Katrina.

-Uso este solo para los signos de puntuación.-El bolígrafo en cuestión era rosa fosforescente con purpurina.

-Te vas a provocar un ataque epiléptico a ti misma.-Las palabras salieron de la boca de Leah atropellándose en un burdo intento por contener la risa.

-Pues hoy es el último día que usas mi subrayador turquesa.

-¡Ala tía! El turquesa no…-Le contestó haciendo pucheros.

En ese instante el móvil de Katrina vibró en el bolsillo de su chaqueta. Desbloqueó la pantalla. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando leyó el contenido.

“Allí estaré”. Contestó.

-Vale chicas pues voy tirando. Os veo mañana.-Leah salió de la clase con paso ligero.

***

Sam caminaba encogido por el frío hacia su casa con los auriculares en las orejas. Una mano se posó en su brazo izquierdo. Era Yakima. Se quitó uno de los auriculares para escucharla.

-Te estaba llamando.

-Perdona no oigo nada con esto.

-Me ha impresionado mucho vuestra presentación. La guillotina molaba un montón…

Sam se rio.-Supongo que nadie se lo esperaba.

Tras unas risas cómplices un pequeño silencio se instauró entre ambos.

-Sam… Yo…-Yakima buscaba las palabras adecuadas. Mientras Sam esperaba en silencio, pacientemente.-Gracias.

-Vaya, no paro de recibir agradecimientos.

-También… creo que tengo que pedirte disculpas…

-¿Por qué?-Aquello pilló a Sam con la guardia baja.

-Por… creo que yo no… Dije algunas cosas y…

-Es agua pasada Yaki.

El corazón de Yakima dio un vuelco al escuchar su apodo en labios de su viejo amigo. Sonrió nostálgica.

-Yo tampoco te he puesto las cosas fáciles, te debo una disculpa… ¿Te parece si lo dejamos en tablas?-Ofreció él.

-Perfecto.

Sam se detuvo para cruzar a su casa. Yakima anduvo un par de pasos más.

-Yo continuo hasta la parada. Voy a clase de baile.

-Sí, me enteré de que vas con Leah.

Yakima asintió.

-Puede… que vaya siendo hora de que confieses ¿No?

Yakima se sonrojó sorprendida.-¿Qué dices? ¿Yo? ¿El qué? -Hablaba atropellada y nerviosa.

Sam rio a carcajadas. La había pillado de lleno.

-Así que aún te gusta.

-¿Cómo sabes eso?

-Me lo contaste tú, hace años. Estábamos en el jardín de tu casa, me enseñaste un dibujo que era para ella… No te atrevías a dárselo ¿No te acuerdas?

Sí se acordaba, pero no esperaba que Sam aún mantuviera esos recuerdos de ella.

-¡Haz algo de una vez!- Le exigió.

-Mira quién fue a hablar.-Acusó Yakima.

-¡Yakima!- La voz de Leah surgió unos metros más atrás.-¡Espérame!

Sam hizo un gesto sobre su boca como si la cerrara con una llave invisible. Dio media vuelta despidiéndose de Leah con la mano para meterse en su casa.

Al llegar Leah dejó caer las manos sobre sus rodillas para tomar aire. Se levantó con la respiración agitada por la carrera.

-¡Te alcancé!

Yakima no pudo reprimir la sonrisa. Sus mejillas aún estaban ruborizadas. Caminaron juntas hasta la parada, les tocó correr para no perder el autobús.

-Al fondo hay sitio.-Dijo Leah. Se sentó junto a la ventana y Yakima a su lado. -Oye… ¿Qué ocurrió ayer al final? Katrina me dijo que Arón estaba allí, pero no me ha dado muchos detalles.

-Parece que estaba enfadado con Gab… -Yakima no sabía si podía contarlo todo.

-No tienes que contármelo si no quieres. Es que… te vi tan asustada que me preocupé.

Yakima se sintió conmovida, confiaba en Leah así que acabó contándole todo lo que pasó el día anterior.

-Joder…

-Sí.

-Menudo cabrón. Encima se atreve a estar celoso, a exigir explicaciones después de como le ha tratado todo este tiempo. Estaban saliendo juntos mientras Arón se dedicaba a acosarle y humillarle.-Leah frunció el ceño. -¿Cómo está Gabriel?

-Está bastante afectado. Ha aguantado demasiadas cosas, salía con alguien violento y posesivo que además… le utilizaba para olvidar a otra persona. Pero creo… que está mejor porque… ha conocido a alguien…

-¿Sí?

-Estoy segura. No me lo ha confirmado. Aun así hay detalles… que me hacen sospechar.

-¡Claro! Cuando sientes algo especial por una persona se nota.

Los latidos de Yakima se aceleraron.-¿Tú crees?

-Sí, seguro.-Leah mordió su labio inferior. Yakima no pudo evitar notar ese gesto.-Tenemos que bajar. Es nuestra parada.

***

-¡Katrina! Hola, preciosa. Pasa, pasa. Sam está en su habitación.-Linda le dio la bienvenida con un abrazo. Tendría que acostumbrarse a estos recibimientos, estaba claro que Linda era una mujer cariñosa y cercana.

En el pequeño salón estaba la misma pareja de fumadores en el sofá, esta vez ni siquiera la miraron cuando pasó hacia el pasillo. Katrina dio un par de toques en la puerta. Al otro lado se escuchaba a Sam, parecía que mantenía una conversación por teléfono.

-No te estoy llamando loco Arón, y yo tampoco lo estoy… Si te encuentras mal físicamente vas al médico ¿no? Pues esto es igual tío. No seas cabezota.

La culpabilidad invadió a Katrina. Aquella conversación no le incumbía, pero no podía hacer oídos sordos. La voz tensa de Sam atravesaba las finas paredes de la casa.

-Sabes que no es eso ¡Joder! A mí me da igual que seas gay… Vale, vale no volveré a decirlo… Pero piénsalo… a mí también me costó pedir cita ¡Podemos ir juntos!

A la espalda de Katrina se oyó la cadena del váter. La puerta del servicio se abrió tras de sí. Del baño salió el hombre que le abrió la puerta el día anterior. Él sonrió complacido al encontrársela.

-¡Menuda sorpresa! Katrina ¿Verdad?-Preguntó mirándola de arriba a abajo.

-Sí.-Respondió con la voz seca.

-Si estás aquí todos los días tendré que venir más a menudo…-Alargó la mano, rozó el antebrazo de Katrina. Sus dedos eran ásperos.

-Por favor, no me toque.-Su voz fue más agresiva de lo que pretendía en un principio.

-¿Qué pasa guapita? No seas tímida.-El hombre volvió a alargar la mano.

Los cerrojos de la puerta de Sam se abrieron a una velocidad de vértigo. Sam salió al pasillo, se quedó entre ambos, mirándole por encima del hombro con actitud dominante. El hombre, con cara de desagrado, dio media vuelta hacia el salón mascullando maldiciones. Sam se giró hacia Katrina, la saludó con una sonrisa de medio lado, aún con el móvil en la oreja.

-Pasa.-Dijo señalando la habitación con la barbilla.-No, no te decía a ti. Era a Katrina.-Esta vez hablaba con el aparato.

Katrina hizo caso, cruzó el lumbral de la puerta y se sentó en el borde de la cama.

-Sí está aquí. Te estoy escuchando. Que no joder. Acaba de llegar. Arón… ¿Arón? -Sam miró la pantalla. Arón había colgado.-Joder.-Dijo entre dientes por enésima vez antes de mirar a Katrina. -¿Estás bien? -Ella le devolvió la mirada con preocupación, se limitó a asentir.-Necesita ayuda, pero no me escucha. Creo que John va a llamarle, a ver si hay suerte y a él le hace caso.

-Espero que sí… Creo que has tomado una buena decisión.-Las palabras asomaron a sabiendas de que no tenían permiso para salir.

-Lo has oído.

-Lo siento, sé que no es asunto mío. No saldrá de aquí lo prometo.

-No… no lo estoy ocultando.-Sam se tocó la coletilla- Solo he ido a una sesión. No me ha dado tiempo a hacerme a la idea. Y la verdad es que me da un poco de miedo que la gente no me vea mejorar aun así… No quiero que nadie tenga esperanzas.

-No tienes que explicarme…

-Me decidí… cuando discutimos.-Sam dudó si seguir, pero al contemplar el rostro de Katrina sorprendido y conmovido, se decidió a continuar.- Tenías razón… fui cruel contigo…

-Tranquilo. Eso ya ha quedado en el pasado.-Hubo un pequeño silencio en el que ambos se sonrieron cómplices. -Antes no me ha dado tiempo a decirte que has estado genial en la exposición. Pasé un poco de miedo pensé que no te presentarías.

-Estuve a punto.-Dijo con sorna.

Katrina le dio un codazo.

Katrina se mordió el labio impaciente.-¿No habías dicho que ibas a enseñarme algo?

-Sí.-Sam se tensó de pronto. Por un momento parecía arrepentido como si deseara que ella lo hubiera olvidado. Se levantó, caminó un par de pasos hasta la estantería y agarró aquellos papeles que había escondido de Katrina menos de 24 h antes.-Creo que ya tengo la letra… -Sam volvió a sentarse a su lado- estoy pensando en la melodía, esa parte me va a llevar más tiempo. Pero necesito que alguien me dé su opinión para continuar… ¿Te importaría…-Le tendió el papel. Katrina lo tomó con delicadeza.

Leyó en silencio. Las rimas eran en su mayoría sencillas, sin embargo, de vez en cuando había alguna que destacaba. Se notaban los borrones y tachones, había sido un proceso largo, pero iba por buen camino. Se sorprendió al entender a lo que las metáforas hacían referencia. Hablaba de la soledad, del miedo al fracaso, al abandono… de la esperanza, de algo nuevo y excitante que había traído consigo sensaciones desconocidas. Hablaba de dar un paso hacia delante, de tirarse al vacío sin saber si al fondo habría agua o rocas afiladas. De apostarlo todo.

Sintió un escalofrío. La sensación de vértigo que describía se adueñó de sus adentros por un instante. Deseaba escuchar esas palabras en la voz de Sam.

Notó que él estaba muy cerca. Estaba sentado a su lado, su pierna se movía con nerviosismo junto a la suya.

-Esto es…-Un hilo de voz salió de la garganta de Katrina. Estaba releyendo algunas palabras, mientras buscaba las suyas.-es preciosa Sam… es tan sincera… yo estaría encantada de ayudarte… yo…-Katrina levantó la mirada hacia Sam. Él tenía sus ojos clavados en los suyos a pocos centímetros. Aquellos ojos de un azul que podía dejarte sin aliento, ahogándote en el fondo del océano.

Katrina se quedó sin habla. Sam acarició su mejilla. Podían sentir la respiración del otro en el rostro. Los ojos de Sam se despegaron de los suyos y se posaron en sus labios un instante. Katrina lo aceptó, tomó la delantera y recorrió la distancia que les separaba hasta unir sus labios. Eran suaves, cálidos, tiernos. Pronto Sam se deshizo de sus miedos y tomó el testigo. Su lengua se deslizó en el interior del beso. Katrina hundió las uñas en sus cabellos rubios y Sam se abalanzó sobre ella.

La cama de talla individual se quejó bajo el peso de ambos, pero le hicieron caso omiso. Una fría mano se aventuró bajo la camiseta de Sam. Katrina sintió los latidos alocados del chico golpeando con fuerza su caja torácica. Sam levantó la camiseta por encima de su cabeza. Katrina aprovechó el momento para levantarse y colocarse encima de él.

Sam se sorprendió con ese movimiento, sonrió con los labios de Katrina sobre los suyos. Llevó la mano por encima del muslo de ella, acariciando la cara interior de este. Las medias de Katrina terminaban en la mitad, a partir de ahí solo quedaba un pequeño trecho de piel suave hasta el límite de su ropa interior. La yema de su dedo índice acarició el borde. Katrina sintió un fuerte latido tras los pulmones que le puso en alerta.

-¡Traga! ¡Traga! …-Las voces de los adultos desde el salón aporreaban las paredes. Se Oyeron vítores y aplausos.

Katrina se separó de Sam de repente. Se sentó en el borde de la cama tratando de calmar su respiración. Mechones negros como cortinas ocultaban su rostro. Sam la miró desconcertado.

-Katrina… ¿Me he pasado?-Sam esperó una respuesta que no llegó.- ¿Va todo bien? -Katrina se levantó antes de que él pudiera acercarse más.-No te vayas por favor.-Le pidió como si pudiera leerle la mente.

En contra de sus deseos aquel pronóstico se cumplió. Katrina se dirigió hacia la puerta, abrió los cerrojos y desapareció.

***

-¡Ese giro que has hecho ha sido impresionante! ¡Eres increíble!-Comentó Leah emocionada mientras se ponía la bufanda.

-¿Hablas en serio? ¿Tú has visto lo que has mejorado? Y no llevas ni un mes aún… Se te da genial.

-Casi un mes…

Ambas pararon en la puerta del centro cultural. Un manto de lluvia cubría la distancia entre ellas y la parada del autobús. El sonido inconfundible del vehículo cortando el agua a su paso apareció de pronto. Las chicas se miraron, una pregunta silenciosa flotó en el aire. Un segundo más tarde estaban corriendo bajo la lluvia incapaces de contener la risa.

Se sentaron al fondo caladas hasta los huesos. Yakima se quitó la bandana que llevaba siempre para escurrir el agua atrapada entre sus rizos. A Leah le valía con sacudirse un poco su melena corta para que dejase de gotear.

La lluvia las acompañó todo el camino y aún seguía cuando llegaron a Black Forest. Se sentaron en la parada con la esperanza de que amainara pronto.

-Sabes… el día que faltaste a baile… por lo que pasó con Gabriel. Me quedé muy preocupada.

-Lo siento. Debí decirte que no iría… o algo…-Yakima no sabía muy bien que decir, aquella información la había dejado sin palabras.

-No. Es que… soy consciente de que no tenemos mucha confianza, pero… Solo quiero que sepas que si puedo ayudarte con alguna cosa puedes contar conmigo.

-E-el sentimiento es mutuo.-La voz de Yakima sonaba entrecortada y tímida en comparación con la de Leah. Se sonrojó, su corazón no paraba de revolotear sonoramente en su pecho. Tanto, que pensó que su amiga lo notaría.

-Te queda mejor el pelo así.-Los ojos de Leah se alzaron sobre los rizos de Yakima. Tras la humedad se habían enroscado y lucían en un volumen salvaje.

-¿No llaman demasiado la atención?-Yakima los aplastó sin éxito.

-Supongo que sí. Pero las cosas excepcionales lo hacen ¿No?

Yakima bajó la mirada de inmediato.

-Parece que está parando de llover. Vamos te acompaño hasta es final del pueblo, démonos prisa… o se nos hará de noche.-Leah comenzó a caminar.

Sintió sus mejillas arder, era imposible que su tez oscura escondiera el rubor que desprendían, seguro que Leah ya lo había notado, si es que había pasado por alto a su pobre corazón que golpeaba sus costillas como un preso los barrotes de una jaula.

“Sabes que te arrepentirás” “Volverás a casa odiándote a tí misma”

Se había instaurado un silencio entre ellas. La lluvia había dejado las calles desiertas. El verde profundo del bosque era visible entre las últimas casas que formaban el casco antiguo. No había ni un alma. En pocos metros se despedirían. De alguna manera, sintió que ese era el momento, si no daba un paso hacia delante Leah se alejaría. Aún caminaba a su lado. Estaba allí. Dentro de ella su estómago ardía de impaciencia. Bajó la mirada a sus manos temblorosas, las escondió en los bolsillos de su chauqeta.

“No esas cobarde” “¡Vamos!” “¡Dí algo!” “¡Díselo!” “¡DÍSELO!”

-¡LEAH!-Gritó. Más de lo necesario. Más de lo que pretendía.

-¡¿Qué?! -Dijo Leah sobresaltada.

-¡Me gustas!

Leah miró a Yakima con los ojos como platos. Aquella sencilla frase hizo que el tiempo se detuviese. Las gotas caían de unas ramas a otras hasta el suelo. Los pájaros anunciaban la llegada de la noche. En algún lugar, las ruedas de un vehículo friccionaban contra el asfalto húmedo.

Leah parecía dudar, Yakima temblaba esperando una respuesta.

-Yo creía… creía que me odiabas.-La voz de Leah se quebró ligeramente. Sus mejillas se sonrosaron.

-¿Odiarte? ¿Por qué?

-Porque… nunca hemos hablado realmente… Mis amigos se metían contigo y con Gabriel… No sé, me parecía lógico que pensaras que…

-Nada de eso es culpa tuya.

-Podría haberles detenido… Me he limitado a mirar a otro lado.-Una lágrima se escapó entre los parpadeos de Leah.

-Sé lo que se siente. Yo también he estado ahí… No te culpo Leah…-Yakima se acercó a ella para secar sus lágrimas en un acto que la lluvia hacía inútil.

-Debería haber hecho algo… algo más ¿Por qué tiene nadie que meterse contigo? No lo entiendo… no es que me parezca bien en otros casos pero… ¿Tú? Mírate…

-Eres adorable…-Yakima seguía acariciando su mejilla. Estaban a punto de rozar sus labios. Dudo por un momento, pero Leah no se apartó, esperó y habría esperado la eternidad. Yakima posó sus labios sobre los suyos. Tomándola entre sus manos como un tesoro.

La sirena de una ambulancia pasó a toda velocidad a pocos metros de ellas. Ambas siguieron al vehículo con la mirada. Las luces iluminaban de azul los árboles. Hasta detenerse al pie de la colina.

-A esa altura está mi casa…-Yakima corrió a toda velocidad en la misma dirección. Leah la siguió sin dudar.

Al llegar comprobaron que la ambulancia había parado en casa de Sam. Del interior de la vivienda sacaron una camilla en la que iba tumbada una mujer. Tras ella salió Sam con los ojos ahogados en lágrimas, el rostro enrojecido, parecía respirar con dificultad llevado por el pánico.

-¡Sam!- Yakima lo alcanzó primero. Puso su mano sobre su hombro, todo su cuerpo temblaba.-¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien?

Leah les alcanzó poco después. Sam no era capaz de articular frases con sujeto y predicado. Solo decía palabras inconexas entre respiraciones entrecortadas.

-Mi madre… en el suelo… ellos… estaba sola… y yo…

-¡Vamos a llevarla al hospital de Herish! ¡Hay sitio para un ocupante!-Dijo uno de los enfermeros desde el interior de la ambulancia.

-¡Voy!-Gritó Sam.

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