Black Forest La Niebla | 10

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                              **DISCLAIMER**
Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 10

“No le he visto mirar así… a nadie”

Try

Sam abrió los ojos como platos ante la escena. No se podía creer lo que estaba viendo. Katrina miró a Yakima esta parecía impasible lo que probaba que estaba al tanto.

Cuando sus labios se separaron Gabriel los vio a los tres, Arón se giró. Sus ojos se clavaron en Sam, se llevó las manos a la cara de pura vergüenza. Volvió la cara hacia Gabriel y le empujó.

-¡Tú! ¡Les has visto! ¡Me la has jugado hijo de puta!-Arón se dejó llevar por la vergüenza y la desesperación volvió a empujarle. Esa vez con tan mala suerte que Gabriel se mordió el labio involuntariamente, provocándose un corte del que brotó algo de sangre.

-Mierda… Gabriel… lo siento.-Arón se acercó para ayudarle a levantarse cuando Sam se interpuso.

-¡Arón! ¡Para!-Le agarró con los dos brazos cruzándolos en su pecho, tiró de él hacia atrás.

-¡Quita!-Le ordenó Arón.

Sam solo obedeció cuando estaban a una distancia prudencial.

-No puedes tocarle tío, ni siquiera puedes estar aquí. Tienes una orden de alejamiento ¿Qué es lo que pretendes? Ya tienes la mayoría de edad ¡Irás a la cárcel!

Arón era incapaz de mirarle a la cara, le daba la espalda llevándose las manos a la cabeza. Sam sabía que en esas circunstancias poco le importaban la orden o la cárcel. Estaba demasiado avergonzado para pensar de forma lógica.

-Tío… ¿En serio crees que me importa que…

-¡Ni se te ocurra!-Arón le detuvo.-Ni se te ocurra.

-No tiene nada de malo.

Arón rompió a llorar. Miró a Sam de reojo, aún estaba avergonzado y negaba con la cabeza. Gabriel les miraba a ambos mordiéndose el labio, ahogando la verdad dentro de sí. Yakima le ayudó a levantarse y sacó un pañuelo para que se limpiara.

-Tal vez… si lo confesaras…-A Yakima se le escapó un consejo que nadie pidió.

-Yaki no.-Dijo Gabriel.

Ella también se mordió el labio. Enterró las palabras en aquel extraño cóctel de emociones, entre las ganas de venganza, los principios y la empatía.

-¿Qué es lo que mierda pasa?-Dijo Sam sin entender los susurros mentales a su alrededor.

-Está enamorado de ti.-Se atrevió a anunciar Katrina leyendo entre las líneas que trazaban las miradas y las lágrimas.

-¿Qué…-A Sam no le dio tiempo a decir nada más.

Arón se había movido demasiado rápido. Katrina recibió un golpe que la tiró al suelo. Yakima gritó de horror. Cuando Sam consiguió reaccionar Arón estaba casi encima de ella.

-¡Cállate!

Sam volvió a agarrarle tirándole al suelo, Arón se revolvía gritando y golpeando el asfalto, a su amigo o lo que fuera que estuviera cerca. A duras penas Sam consiguió inmovilizarle.

-¡Para Arón! ¡Déjalo ya joder!-Sam miró en dirección a Katrina por un instante. Estaba a cuatro patas, su melena tapaba su rostro, pero podía escucharla quejarse. Yakima la ayudó a levantarse. Arón observó desde el suelo la mirada de Sam sobre Katrina. No había que ser una lumbrera para ver que estaba loco por ella, las lágrimas volvieron a sus ojos y esta vez ya no se resistió. Se dejó llevar y lloró bajo el fuerte agarre de su mejor amigo.

-Voy a acompañar a Gab y a Katrina a casa ¿Puedes ocuparte solo? -Preguntó Yakima.

-Sí, no hay problema.-Contestó Sam.

Katrina le miró con ojos interrogantes.

-Estaré bien, no te preocupes.-Dijo Sam con voz tranquilizadora.-Y… Gabriel…-El chico le miró sorprendido.-Yo… lo siento mucho.

Yakima y Katrina dejaron a Gabriel en su casa, el muchacho se despidió de ellas entre abrazos, agradecimientos y muchas lágrimas. Las dos chicas caminaron atravesando la oscura, fría y húmeda noche de Black Forest. Cuando alcanzaron la puerta de Yakima, Katrina se detuvo.

-No hace falta que vengas conmigo, estaré bien.

-¿Seguro? Le dije a Sam que te acompañaba, como te pase algo es capaz de matarme.-Yakima fingió que temblaba de miedo.

Ambas rieron, había sido tanta la tensión que empezaba a ser completamente necesario un descanso. Katrina no pudo evitar echar una ojeada a la casa de Sam, al otro lado de la carretera.

-Parece que nos hemos entretenido de más hablando con Gab. Sam ya está en casa.-Adivinó Yakima.

-¿Cómo lo sabes?

-Aquella ventana con la persiana rota…-Señaló a la ventana en cuestión con la luz encendida.-Esa es su habitación. Te sorprenderías la de tardes que me he pasado jugando ahí.-Ante la mirada atónita de Katrina no le quedó otro remedio que explicarse.-Sí, hemos sido vecinos toda la vida, mi perro aún menea el rabo cuando le ve. Nos llevábamos bastante bien, pero… cuando su padre murió empezó a encerrarse en sí mismo. Su madre no se lo pone fácil tampoco. Y creo que yo no manejé la situación de la mejor manera. Puede que también deba disculparme…-Katrina sonrió ante aquella muestra de honestidad.-Es medio tonto… Pero le tengo cariño.-Justo en ese instante la música en el interior de la casa subió de volumen. Unas voces adultas coreaban la canción a pleno pulmón.- Jo… Linda…-Susurró.-Entonces ¿No quieres que te acompañe?

-No… no te preocupes…-Contestó distraída con los ojos aún en aquella persiana rota.

-Seguro que se alegrará de que vayas a verle.

Katrina volvió a mirarla asombrada y Yakima se rio a carcajadas.

-Vamos, puedo verlo en tu cara. Lo mejor que puedes hacer es ir de frente, te recibirá con los brazos abiertos. No le he visto mirar así… a nadie.

-Puede… que siga tu consejo…

***

La noche ya había caído en Black Forest. Desde el baño de Gabriel se podía escuchar el ulular del viento entre los árboles. Sus padres debían seguir trabajando en el bar. No solían pedirle que fuera a trabajar tan tarde a menos que fuese necesario, ellos preferían que siguiera estudiando, saliera con amigos, como cualquier chico. El horario esclavo de la hostelería no dejaba otra opción a que Gabriel pasara mucho tiempo solo en casa. Estaba acostumbrado y en ocasiones como esa le parecía mejor así.

Se miró al espejo. Tenía un corte en el labio. Era pequeño, pero ahí estaba.

-Bueno al menos ya no sangra…

Su móvil comenzó a vibrar en su bolsillo. En la pantalla estaban unas 11 llamadas perdidas de Yakima, a la que había decidido ignorar para no involucrarla en el peligro que suponía el encuentro con Arón. No podía imaginarse que aparecería con Katrina y, mucho menos, con Sam. Pero la vibración no tenía que ver con aquello. El nombre de Hans relucía en grande como una señal. Gabriel dudó. Habían intercambiado mensajes y llamadas, pero por lo general Hans tardaba horas o incluso días en dar una respuesta. No le daba mucha importancia. Sin embargo, ese día era distinto. Le necesitaba y le había fallado. Descolgó.

-¿Sí?

-¡Gabriel! Acabo de ver tus llamadas ¿Estás bien?-La voz al otro lado del teléfono parecía agitada, eso le conmovió. Cierto era que no tenía derecho a recriminarle nada. No eran pareja, ni siquiera estaba seguro de que fuesen amigos. Era un hombre que había sido amable con un crío. Nada más.

-Estoy bien…- La batalla entre sus sentimientos y la tajante realidad que dictaba su cabeza no le dejaban pensar con claridad. Las lágrimas salían acompañadas de sollozos incontrolables por mucho que se mordiera el labio.

-¿Estás en casa?

-Sí…

-¿Están tus padres?

-No…-La llamada se cortó.-¿Hans?

El timbre sonó a modo de respuesta. Gabriel bajó las escaleras con el corazón en un puño. A través de la mirilla.

Allí estaba. Abrió la puerta. Tras ella apareció Hans sin la chaqueta del traje y con el pelo ligeramente alborotado.

-Hola…-Dijo Gabriel con un hilo de voz.

A Hans se le partió el corazón. Le abrazó instintivamente.

-¿Qué ha pasado? Cuéntame.-Le susurró.

Eso hizo. Se desahogó entre sus brazos. Dejando que todas las lágrimas se fueran para siempre.

-Siento mucho haber llamado con tanta insistencia… Estaba asustado…

-¡No! Soy yo el que lo siente. Sí hubiera podido venir antes…

-¿Habrías venido?

-¡Claro!-Casi parecía ofendido por aquella pregunta.

Gabriel levantó la cabeza para mirarle. Sus rostros estaban cerca. Estaba preparado para ser rechazado. “Ahora o nunca” pensó. Rodeó su nuca con los brazos atrayéndole hacia él. Posó los labios en los suyos suavemente. Como el que pide permiso. La reacción no se hizo esperar demasiado, tras un segundo de duda Hans se dejó arrastrar y respondió al beso. Entre la suavidad y la humedad se coló un invitado inesperado. Un sabor metálico que Hans conocía a la perfección.

El pequeño corte del labio se abrió. El cuerpo de Hans se entumeció. Se apartó del chico violentamente. De un empujón lo tiró al suelo. Cuando Gabriel se incorporó sus iris se volvieron a encontrar, sin embargo, el verde profundo que ya formaba parte de su lista de favoritos había sido sustituido por un rojo sobrenatural. La boca de Hans ahora eran las fauces de una bestia. Toda su piel había palidecido dejando entrever unas venas azules abultadas.

La cara de Gabriel descompuesta por el terror trajo a Hans de regreso a la realidad. Dio media vuela y desapareció dejando un humo oscuro que se disipaba a su paso. Así. Como acaban las pesadillas.

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