Leer desde el principio AQUÍ
**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
Anterior>>CAPÍTULO 40
BLACK FOREST, LA NIEBLA
Capítulo 41
“¿Katrina?”
25
Herish. 2017.
“Pasajeros del vuelo HB56845 pueden recoger su equipaje en las cintas 5A y 5B. Bienvenidos a Herish”
Eran las seis de la tarde, tenía el tiempo justo. Las maletas pasaban por la cinta dando vueltas a la espera de que sus dueños las reclamaran. La maleta que buscaba era una gris de cabina, el resto de su equipaje se lo traía una empresa de transportes. Una vez con su maleta salió del aeropuerto. Estaba oscureciendo, debía darse prisa si quería encontrar un taxi. Por suerte no tuvo que esperar mucho, una hilera de vehículos aparcados en la puerta no dejaban lugar a dudas de la ubicación de la estación. Una vez dentro del coche sintió una pesada nube de cansancio sobre sí, podía pronosticar el dolor de cabeza que le amenazaba. Después de tantas horas de vuelo era algo fácil de predecir.
Cuando el edificio de la academia de Herish apareció en su ventanilla, el taxista frenó. Al salir, la familiaridad del paraje le golpeó, los edificios, los jardines, los nervios, la gente hablando sentada en el césped…
-Oh… Oh dios mío… mira tía… mira quién viene por ahí.
-¿Quién?-una de las dos chicas sentadas en la hierba giró sobre sí misma sin ningún tipo de disimulo.
-¿Ves a ese? Ese chico de los bucles rubios, con barba, ojos azules…-La otra se acercó a su amiga susurrando.
-Uy sí… ¡Qué guapo! ¿Quién es?-Ella la imitó hablando también en susurros.
-¡Es Samuel Llagaria! ¡El compositor! Había oído rumores de que iba a formar parte del profesorado de la academia, pero no me lo creí.
-Ay no… Si nos ponen a un profesor así no voy a aprobar ni de coña.
-Ssshh… viene hacia aquí…
Sin embargo, sus cuchicheos callaron tarde, cuando los pasos de Sam se acercaron peligrosamente al verde, cruzó una mirada con ellas incapaz de reprimir la sonrisa.
Hacía 4 años que había dejado la ciudad de Herish para iniciar su andadura en el camino de la música profesional. Convirtiéndose en un joven compositor aclamado por la crítica. No pensaba que sus pasos le devolverían a la academia de Herish cuando un par de semanas antes recibió un email de su antiguo profesor Edgar, en él, le informaba de que la directora de la academia se jubilaba. El resto del profesorado le había propuesto a Edgar ocupar el puesto quedando una vacante como profesor de composición “el primer nombre que me vino a la cabeza fue el tuyo, sé que la vida en Los Ángeles debe ser emocionante pero, si por un casual te habías planteado regresar a Herish… tal vez podríamos hablarlo. De todas maneras siempre puedes seguir componiendo, aunque trabajes para la academia.”
Al atravesar las puertas del hall le invadió la nostalgia, la tristeza. Se recordó así mismo la primera vez que anduvo por esos pasillos, guiado por el gentil y firme agarre de la mano de Katrina. Desearía tener la oportunidad de darle las gracias por todo. Se llevó la mano a la nuca. Allí donde años atrás estaba esa coletilla con la que jugueteaba cuando estaba nervioso o pensativo. El gesto lo seguía repitiendo, pero la coletilla había desaparecido, en su lugar había dejado crecer los rizos rubios de su pelo y de forma más ligera el vello de la barba.
-¡Ya sé que eran esta mañana! ¡Le digo que estaba enfermo! ¡Tienen que hacérmela!
-Lo siento, las audiciones no se repiten. Las plazas son muy limitadas, prueba el próximo año.
-¡No es justo! ¡Tengo justificante médico!
-Te digo que eso no importa, niño.
Un chico discutía enfurecido con la mujer del mostrador de información. Gesticulaba haciendo aspavientos con las manos, zarandeando un papel que debía ser el justificante médico del que hablaba. Pero la mujer tenía razón, las audiciones no se repetían ni por nada, ni por nadie. Había una lista de espera demasiado larga. Sam recordaba como todos los años por las mismas fechas había algún que otro barullo en secretaria por causas similares.
-Disculpe.-Sam interrumpió el altercado verbal de ambos sin demasiada preocupación.-Tengo una cita con el profesor Edgar ¿Sabe si está en su despacho?
La mujer le devolvió la mirada asomando los ojos por encima de las gafas, Entornó los parpados como si tratara de adivinar de qué le sonaba ese hombre rubio.-Sí, está en su despacho. Al fondo de aquel pasillo a la derecha.
-Gracias.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, se dispuso a continuar su camino por el pasillo indicado. Al llegar al final sonrió complacido al ver el letrero de la puerta: “Director Edgar Simons”. Dio dos suaves toques sobre la madera.
-¡Adelante!-Dijo la voz del hombre desde el interior.
-Buenas tardes, Señor Simons.
-Señor Simons… ¡Llámame Edgar! Somos compañeros de trabajo.-Edgar le dio una afectuosa palmada en la espalda.-Pasa, siéntate ¿Cuándo has llegado?- Le indicó la silla frente a su escritorio, el cual, estaba atestado de papeles con pentagramas.
-Hace un par de horas más menos.
-¡No me digas! Estarás hecho polvo.
-Bueno…-Sam se llevó una mano a la frente, el dolor de cabeza empezaba a ser algo más que una simple amenaza.
-Hagámoslo rápido entonces.-Edgar rebusca entre los papeles de su mesa, abre y cierra un par de cajones.-¡Aquí está! Ten.-Le tiende un papel con el horario de clases del trimestre.-Estas van a ser tus clases, tu despacho es el que está justo enfrente. Como puedes ver empiezas la semana que viene. Así que tienes unos días para recuperarte del jetlag.
-Perfecto…
-¿Estás nervioso?
-La verdad… Sí. Enseñar es una gran responsabilidad. Espero hacerlo bien…
-Tranquilo, no estarías aquí si no pudieras hacerlo.
-Gracias por la oportunidad señ… Edgar.-Sam volvió a llevarse la mano a la cabeza, esta vez el dolor era punzante, afilado, como el hielo.
-Samuel… ¿Te encuentras bien?
-Sí, es solo que desde que he llegado se me ha puesto un dolor en la sien…
-Realmente hemos acabado ya. Así que deberías irte a dormir un poco. Llamaré un taxi.
-Gracias…
***
-¡Eh! Oye… ¡Muchacho!
-¿Qué?
-¿Era la última casa no?
Sam echó un ojo por la ventanilla, su casa estaba al otro lado de la puerta. Pagó al hombre sin decir nada y salió del coche. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Se giró y sus ojos se dieron de bruces con los tejados del castillo Blackesley sobresaliendo entre las copas de los árboles. Otro pico de dolor gélido le atravesó la cabeza. Apretó los ojos con fuerza. Soltó el manillar de la maleta que cayó contra el suelo por su propio peso. “Sam”. Una mano rozó su hombro. El dolor desapareció.
-¡Sami!-Su madre saltó a sus brazos. Tomó su rostro entre las manos y los cubrió de besos.-Mi Sami ha vuelto a casa.
-Hola mamá.-dijo con un suspiro de alivio.
-Vamos entra, he preparado la cena. Ponte algo más cómodo.
Al entrar en su habitación, se quedó sorprendido. Estaba prácticamente vacía, pero eso no era lo extraño, puesto que sus cosas estaban todavía en Los Ángeles. Lo curioso era que la persiana estaba arreglada.
Salió al pasillo con un pijama viejo, el olor a comida casera hizo su boca agua. Su madre estaba sirviendo estofado en los platos cuando llegó. Su estómago rugió al instante. Se sentó en la mesa con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Qué te han dicho en la Academia?
-Edgar me ha dado mi horario, me ha dicho que tengo despacho y todo.
-¡Ay! ¡Qué mi hijo tiene despacho!-Exclamó orgullosa.
-¿Y por aquí qué tal?
-Pues lo de siempre, en este pueblo no pasa nada nunca.
-¿Y el trabajo?
-¡Muy bien! No me lo hubiera imaginado, pero estoy a gusto, los compañeros son muy simpáticos… y Santiago es muy agradable…
-¿Santiago? ¿El padre de Tomás?
-Sí. Vino el otro día y arregló la persiana.
-Ah… Ya hace tiempo que se divorciaron…
-Creo que 3 años…
-Ajamm…-Sam mira a su madre con una actitud burlona.
-¿Y tú qué?
-¿Yo? Muy bien, trabajo nuevo, persiana nueva, vida nueva.
-Qué tonto eres a veces… hablo de… ¿Hay alguien?
-No, no lo hay.
-La chica esa… Grace ¿No fue a E.E.U.U. contigo?
-Fue con una beca de la academia… no “conmigo”
-Ya, ya.
-No le he dicho que estoy aquí por una oferta de trabajo…-Sam rebañó el plato con un trozo de pan.
-¿Supones que no le va a gustar la idea?
-En realidad, que le guste o no… Es mi decisión.
-Sí… pero ella tiene planes que no encajan con Black Forest. Y tú ya te has decidido.
-No sé.-Sam se apretó las sienes con las yemas de los dedos.-Me voy a ir a dormir.
-¿No quieres postre?
-No, estoy agotado…-Se levantó apilando los platos dejando escapar un enorme bostezo.
-¡No! Vete a dormir anda, yo recojo.
-Buenas noches, mamá.-Le da un beso en la frente y retoma el camino por el pasillo.
Abre la cama. Se mete entre las sábanas. El olor al suavizante de su madre era reconfortante. La ropa de cama comenzó a templarse con el calor de su cuerpo. El susurro del viento entre las hojas de los árboles lo meció. Cuando el oscuro sueño estaba a punto de vencerle la sensación de frío en la sien regresó pillándole con la guardia baja, le tragó por completo.
***
Despertó con el cosquilleo de la hierba en la mejilla. A su alrededor todo eran árboles, tumbas y niebla. Debía estar en algún punto del bosque, en la oscuridad de la noche era difícil averiguar cuál. Caminó hacia donde él pensaba que estaba la carretera, caminó, siguió caminando. Los árboles no acababan nunca y las tumbas se repetían. Continuó caminando hasta que distinguió una voz lejana. Y sin entender el porqué, la llamó.
-¿Katrina?
No hubo respuesta. Solo su propia voz, solitaria en la inmensidad de un bosque infinito. Sigue caminando. Su respiración empieza a hacerse pesada, miraba a todas partes en busca de algo, alguien. Los árboles también le parecían los mismos. O estaba caminando en círculos o había entrado en un buce sin fin. Cerró los ojos y respiró hondo. Entonces escuchó algo moverse, algo pisando la hierba, aproximándose. Abrió los ojos, se encontró con una mirada azul, en una cara conocida envuelta en rizos rubios.
-Me alegro de verte Sam.
¿Te gusta mi trabajo?
Puedes ayudarme uniéndote a mi Patreon o invitándome a un Ko-fi 🙂
Siguiente>>CAPÍTULO 42
¡¡Gracias por leer!!
Sígueme aquí para no perderte nada 😉