Black Forest La Niebla | 30

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Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 30

“¡No volverás a ver la luz del sol Katrina!”

Summer

Como un león en una jaula, Hans, caminaba en círculos en el hall esperando el regreso de Katrina. Hacía horas que le había colgado y según ella regresaban esa tarde. Pero era bien entrada la noche, y ni rastro de ella.

-Puede que hayan salido más tarde…-Propuso Gabriel intentando, sin mucho éxito, aligerar el ambiente.

-Habría contestado a las llamadas.

-A lo mejor sigue enfadada…

-Eso es posible.-Hans suspiró echándose el pelo hacia atrás.-Necesito pensar en otra cosa…

-¿Cómo qué?

-Lo que sea da igual.

-Han aceptado mi solicitud para estudiar fuera…

-La solicitud… ¿Ya te han contestado?

-Me he enterado hoy…

-Ya… Debes estar muy emocionado.

-Sí…

-¿No lo estás?

-¡Sí! La idea de alejarme de este pueblo, empezar en un sitio nuevo y estudiar medicina… Es solo que tengo un poco de miedo ¿Y si no es tan bueno como lo imagino?

-Puede que sea incluso mejor.

-¿Y si no se me da bien?

-Por favor…-Hans puso los ojos en blanco.

-¡Hablo en serio!

-Si no se te da bien encontrarás otra cosa.

-¿Lo crees de verdad?

-Yo te auguro un futuro brillante Gabriel.

El chico respondió apoyando la frente en su pecho. Hans le abrazó con suaves palmadas en la espalda.

-Voy a echarte de menos… eres… eres un buen amigo Hans.-Gabriel carraspeó en el medio sacudiéndose de encima las ganas de llorar.

-Tú también lo eres.

-Pero si yo nunca hago nada por tí…

-Eso no es verdad.

-Dime una cosa.

-¡Ahora mismo! Me acabas de alegrar el día.-Hans probó sus palabras con una amplia sonrisa enseñando todos los dientes. A Gabriel se le escapó la risa.

El sonido de la puerta abriéndose interrumpió la agradable velada. Katrina entró seguida de un Sam con la mirada perdida en alguna parte del suelo. Ella cerró la puerta cuando él entró que sin mediar una sola sílaba subió las escaleras en busca de refugio. Hans le siguió con la mirada para devolverle a Katrina otra con una interrogación en forma de ceja levantada.

-Lisbeth…

-¡¿Qué?!

-Tranquilo ya no es una amenaza pero… La noche ha sido dura.-Parecía abatida.

-¿Puedo hacer algo?

Ella negó con la cabeza.-Necesito descansar. Voy a subir a ver si consigo dejar la mente en blanco aunque sea un minuto.-Katrina subió las escaleras tras los pasos de Sam.

Los pies le pesaban como si arrastrara una herropea con cada uno. Empujó la puerta de su habitación para encontrar la escena que esperaba. Sam acostado en la cama en posición fetal. Entró en la habitación tumbándose a su lado. Él sintió su presencia y se aproximó a ella en busca de contacto. Katrina respondió con un abrazo protector, le acarició el pelo con las yemas de los dedos hasta que la respiración del muchacho se hizo pausada, señal de que el sueño le había vencido.

Observó su plácido rostro preguntándose hasta que punto había trastocado la vida de aquel chico. Sí, tal vez, hubiera sido mejor para él que jamás se hubiesen cruzado sus caminos. Aquella posibilidad le dolía. Por un instante se le pasó por la cabeza borrar de sus recuerdos todo lo sucedido. Como había hecho con los demás. Hacerle creer que el ciervo saltó a la carretera y tuvieron un accidente del que, milagrosamente, todos habían salido ilesos. Pero eso era injusto, Sam ya era suficientemente mayor para decidir por sí mismo, y si no se lo había pedido por algo sería.

***

-Katrina… Es una verdadera lástima… cuánto me has decepcionado…

Katrina abrió los ojos, estaba tumbada en su cama con Sam a su lado que seguía profundamente dormido. El sol se filtraba por las cortinas, su luz aún era baja. Después de la noche en vela el horario de sueño les traicionaba… a los dos. Katrina se llevó la mano a la boca sorprendida. Se había dormido. El cansancio que sintió al llegar a casa… ¿Era el sol de nuevo?

-Te lo advertí ¿Verdad que lo hice?-Krysta la miraba con una sonrisa torcida desde los pies de la cama. Los rizos de su melena rubia caían sobre su rostro como la niebla entre los árboles.-Te dije que si te negabas a obedecer mis instrucciones pagarías por ello ¿No es así?

Katrina se levantó del lecho rodeando la habitación, Traspasó el cuerpo de Krysta como si fuera incapaz de verla.

-¡No te atrevas a ignorarme!

Siguiendo con su camino llegó a las cortinas más espesas ambos lado de la ventana, las cerró impidiendo que el sol entrara. Giró frente al piano y se agachó para alcanzar el violín. Con el instrumento en la mano salió de la habitación cerrando la puerta. Mientras andaba por el pasillo afinaba el violín. Krysta volvió a aparecerse a su espalda acechándola como una sombra acosadora.

-Te lo advierto Katrina. Cada vez será peor y su sangre ya no será suficiente para mantenerte. No le verás cumplir los 25. Tus veranos están contados.

-De modo que me das 6 veranos ¿Estoy en lo correcto?

-Así es…

-Qué generosa.-Katrina se coloca el violín en el hueco de hombro. Da media vuelta para mirar a Krysta de forma altiva.-Deja que te regale yo a ti uno al menos.-Con los dedos perfectamente colocados Katrina rasga las cuerdas con la brea.

-¡No te burles de mí!-La voz de Krysta se ahogaba entre las notas furiosas.-¡No volverás a ver la luz del sol Katrina!

Los pies de Katrina se movían solos. No podía escucharla estaba concentrada, su mente estaba llena de música y esta vez no iba a ser interrumpida. La presencia de Krysta menguaba hasta que desapareció en un lugar estrecho, apartado y oscuro. El verano se oía por los pasillos como un himno triunfal. Katrina había tomado una decisión, una decisión basada en sus principios, en sus deseos, en sus sentimientos, que le habían hecho sentir viva por primera vez en tanto tiempo, que estaba dispuesta a correr el riesgo. Si la posibilidad de acabar con su existencia se hacía realidad era un precio justo. Después de todo, morir es lo que viene después de haber vivido ¿No?

Las notas viajaban dispersándose por cada rincón del castillo, reclamando atención. Sam salió al pasillo para encontrarse con la escena. Una Katrina completamente entregada a la actuación giraba, se arqueaba y retorcía poseída. Sus pies descalzos casi no tocaban el suelo. Su melena la seguía ondeando allá a donde fuera. Su vaporoso vestido se pegaba y separaba de ella con cada movimiento. Los dedos deslizándose por el mástil realizaban los cambios de posición a toda velocidad, con una precisión impecable, tan natural como respirar, tan natural como ser inmortal.

Todo ello se sumaba a la inevitable sensación de la vibración de la música a través de la sangre que les conectaba. Pura adrenalina. Una mano se posó en el hombro de Sam. Era Hans que miraba en la misma dirección. Había salido de su ataúd con el peligro que eso suponía. Sam sintió un escalofrío, cada vello de su piel se levantaba expectante. Aquella escena era tan sublime que observar sin ser invitados casi se sentía como un acto obsceno.

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