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**DISCLAIMER** Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.
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BLACK FOREST, LA NIEBLA
Capítulo 21
“Tienes que decírselo”
Waiting Game
-Hablé con mi madre por teléfono… parece que le va bien con la rehabilitación.
-¿Hablasteis de algo en concreto?-Preguntó su psicólogo. Un hombre de mediana edad con pelo canoso y gafas de pasta.
-Me preguntó por los exámenes. Los finales están a la vuelta de la esquina…-Sam ya se había acostumbrado a las sesiones. Parecía cosa de otra época la sensación de pavor que sintió la primera vez que se sentó en aquel asiento dentro de esa sala tan neutral. Como un sospechoso en un interrogatorio. Con el paso de las semanas no era más que parte de la rutina.
-Me contaste que este curso era especialmente importante para ti ¿Cómo lo llevas?
-Bien. Mañana por la tarde se reunían unos amigos para estudiar… creo que estudio mejor solo…
-¿Sí? Me sorprende. Yo creía que la influencia de Katrina había sido positiva para ti.
-Sí… Bueno…
-Hace tiempo que no la mencionas ¿Hay algo que quieras decirme al respecto?
-Nos hemos distanciado… somos muy diferentes.- “Tengo 18 y ella 316…”-Prefiero no hablar de eso.
-Está bien cambiemos de tema entonces ¿Has vuelto a tener pesadillas?
“Menudo cambio de tema…” Pensó.
La hora de la sesión se pasó. Sam recogió sus pertenencias para irse.
-Nos vemos la semana que viene Sam.
-Sí, hasta luego.- Se despidió en la puerta con la mano.
Al cruzar el umbral se encontró cara a cara con una persona que no esperaba ni de casualidad.
-Arón…
Los dos muchachos se miraron. No habían vuelto a hablar desde aquella acalorada discusión telefónica. Arón tenía los puños apretados y su rostro enrojecía poco a poco.
-Yo…-Sam buscaba con qué romper aquel hielo glacial que le separaba del que había sido su amigo tiempo atrás. Pero no tuvo tiempo. Arón le abrazó dejando caer sus lágrimas desconsoladas sobre su hombro. Sam respondió devolviendo el abrazo.
-Lo siento… Sam…-Las palabras se atragantaban entre sollozos.
-Me alegro de verte Arón. Me alegro de verte aquí.
-Sí… tenías razón. Debí haber venido antes pero… -Se secó las lágrimas antes de continuar.- El otro día discutí con mi madre… le levanté la voz ¡No la toqué te lo juro!
-Te creo. Tranquilo.
-Se cubrió con los brazos… como hacía con él… se asustó y…-Nuevas lágrimas cayeron por sus mejillas.
-¿Qué tal te va con las sesiones? ¿Estás a gusto?
-Sí. Según me han dicho es que tengo un miedo patológico al abandono y lo exteriorizo con agresividad. Así que estoy…
-¿Trabajando en ello?
-Sí… supongo que sí…-Arón se llevó una mano a la ceja partida. Esa ceja que se había partido en una pelea con un borracho. Ahora Sam sabía realmente a qué se debía. El padre de Arón tenía mala reputación en Black Forest, pero la gente no sabía la magnitud del problema.-Era un hijo de puta Sam… maltrataba a mi madre, me maltrataba a mí, nos dejó tirados y en la ruina por culpa del juego… lo peor de todo… es que me ha envenenado. Ha conseguido que acabe comportándome como él.
-Arón…-El psicólogo interrumpió accidentalmente abriendo la puerta.- Disculpad… Arón ya es tu turno. Entra cuando estés listo.
Arón asintió secándose las lágrimas. El hombre cerró la puerta dejando algo de espacio para los dos amigos.
-No serás como él. Estás esforzándote y lo conseguirás.-Sam le ofreció una cálida sonrisa y volvió a abrazarle.
-Gracias, Sam. Gracias por ser mi amigo.
***
Las 8:30. Según sus cálculos, Tomás, ya debería estar trabajando en el supermercado. Sara se levantó pronto precisamente para encontrarse con él allí. Traspasó las puertas automáticas y caminó por los pasillos desiertos sin saber muy bien donde buscar. Al pasar el pasillo de bebidas se encontró con un chico con chaleco naranja que empujaba un carro con palés tras una puerta metálica. Conteniendo la respiración, Sara se coló por la puerta tras él. El chico llevaba unos auriculares con la música a todo volumen por lo que no llegó a notar su presencia. Miraba por encima de las cajas, entre los estantes cuando alguien la sobresaltó.
-¡Sara!-Tomás se acercó a ella por la espalda.-¿Qué haces aquí? Esta zona es solo para personal.
-Tenía que hablar contigo.
-¿Tanta prisa tienes? ¿No puedes esperar a que salga?
-No podía arriesgarme a que nadie se diera cuenta…
-¿Qué pasa?…
-Tomás… ¿Has sido tú el que ha difundido la foto de Leah y Yaki?
-¿Qué?… Pero…-Tomás se quedó sin palabras, su cerebro buscaba a toda velocidad algo que decir, pero no lo encontró. Sara suspiró al comprobar que había pillado a su amigo en un renuncio.
-¡¿Por qué has hecho eso?!
-¡¡Sshh!! No grites… Yo no la he difundido. Yo se la pasé a John, no me creía…
-¡Eres tonto! ¡Y John es… es…
-Ya, ya lo sé…
-¡Es gilipollas!
Tomás asintió, no tenía forma de combatir las acusaciones de Sara, era culpable y no había más.
-¿Por qué lo hiciste? ¿Qué más da que John no te creyera?
-Porque… Le pedí salir a Leah… en el cumpleaños de Sam, me rechazó porque decía que no estaba interesada en salir con nadie y… la vi con esa chica… la miraba como si…
-Como si la quisiera.-Completó Sara.
-Me cabreé… estaba celoso… estaba hablando con John por teléfono. No se lo creía, se empezó a reír de mí… así que hice la foto. Ojalá no la hubiera hecho.
-Tomás… mi hermano es un estúpido pero tú no… joder… ¿Cómo has podido?
-Solo fue una foto.
-Lo están pasando mal… todo el mundo habla de ello… las insultan…
-Es que tú no sabes lo que es ver cómo la persona que te gusta pone esa cara… con otra persona.
-¿Qué no lo sé? ¡Lo veo todos los días!
Tomás se derrumbó. Se apoyó contra la estantería derrotado.
-La he cagado.
-Desde luego.
-¿Qué voy a hacer?-Se preguntó a sí mismo con la mano en la frente
-Tienes que decírselo.
-¿Qué?
-Acabará enterándose de todos modos.
-Pero me odiará, me dejará de hablar.
-Tomás… Leah es mi amiga y esto le ha hecho mucho daño. Si no se lo explicas tú no me dejarás otra que decírselo yo misma.- El tono de Sara era suave, como siempre había sido, sin embargo sus palabras denotaban una fuerza y determinación que Tomás no esperaba salir de ella.
-Está bien.
***
La casa de Sam se había convertido en un nido de silencio desde que su madre ingresó en el centro de desintoxicación. Por un lado, agradecía la paz y seguridad de no encontrarse vomito ajeno en el pasillo, por otro lado, la echaba en falta mucho más de lo que estaba dispuesto a reconocer en voz alta.
Llevaba un rato delante de los apuntes incapaz de concentrarse. Era posible que tantos años de música estridente y risas en la habitación de al lado hicieran del completo silencio un ente desconocido, difícil de soportar. Cuando estaba a punto de rendirse un sonido interrumpió la tortura psicológica. El timbre.
-¡Yakima! ¿Qué haces aquí?
-Pues iba a la casa de Leah para el grupo de estudio. He visto que la luz de tu habitación estaba encendida… ¿No vienes?
-No… yo me quedo en casa.
-Sam venga van a venir tod…
-¡Qué no voy!-Intenta cerrar la puerta, pero Yakima le detiene interponiendo un pie.
-Ya sé que no estás en el momento más fácil de tu vida, pero… ¡No pienso permitir que suspendas el año!
-Estudiaré por mi cuenta.
-¿Sí? ¿Cómo lo llevas?
-Lo llevo muy bien. Al día.
-A ver ¿En qué consiste la teoría kantiana de la incognoscibilidad?
-La incog… ¿Qué?
-Qué te vienes y punto.-Yakima agarró el brazo de Sam y tiró de él fuera de la casa.
-¡No! No quiero ir…
-Vamos a estudiar Sam. No tienes que hacer nada más. Solo ven y estudia.
-No se trata de Katrina es solo que estudio bien en casa.
-Primero: a la vista está que no has abierto el libro de filosofía. Segundo: no he mencionado a Katrina.- Yakima arqueó una ceja inquisitiva. -¿Qué ha pasado?
-Nada…-La vista de Sam se perdió por encima del hombro de Yakima hacia la espesura, colina arriba. Yakima siguió la dirección de su mirada hasta los puntiagudos tejados del Castillo Blackesley. Ella pensó que fue una mirada instintiva al pensar en Katrina, lo que no podía saber es que Sam estaba viendo a una mujer en el tejado más alto. Una mujer de largos cabellos rizados rubios, su vestido ondeaba en recuerdo de una época pasada. Aunque estaba lejos tenía la certeza de que ya la había visto antes, solo que no con tanta claridad como esa vez. Sus ojos gélidos se clavaban en los suyos sin compasión. Era tan auténtica como el tejado bajo sus ondeantes faldas y algo le decía que realmente no estaba allí. El miedo creció dentro de él apoderándose de su estómago.
-Sam… ¡Sam!- Yakima le dio un golpe en el hombro. -Oye… de verdad que no quiero atosigarte ya veo que no quieres hablar del tema, pero… si te afecta tanto… igual deberías arreglarlo con ella. Al menos, para ser capaces de estar juntos en la misma habitación.
-Sí, vamos. -Sam tomó la delantera camino a casa de Leah.
-¿Ya? Esp… ¡Espera!
Ambos se dirigieron a casa de Leah. Sam luchaba por mantener a su corazón dentro de su pecho que empujaba contra sus costillas frenéticamente. Ya no sabía si era la mujer fantasmal, las pesadillas, los vampiros o la inminente presencia de Katrina la que le causaba este efecto.
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