Black Forest La Niebla | 28

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Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 28

“Papá”

Depraved

El cuerpo de Sam estaba tendido en la cama. Su respiración era constante y sus pulsaciones pausadas pero fuertes. El teléfono de Katrina vibraba encima de la mesa frente a la ventana. El nombre de Hans se iluminaba en la pantalla. Descolgó la llamada casi con agresividad.

-Se lo has dicho tú ¿No es así?

-Preguntó desesperado ¿Qué pretendías que hiciera?

-Decirle que se pusiera a salvo.

-Entonces estarías muerta. Y por cierto, deberías haber llamado antes estaba preocupado.-La línea quedó en silencio un breve instante.-¿Cómo está?

-Se desmayó… He tenido que… darle mi sangre para que se cerraran las heridas.

-Pero… ha llegado a…

-No, no ha muerto. Sigue siendo humano.

-Entonces todo ha salido bien.

-No, Hans, no ha salido bien. He estado a punto de matarle.

-No lo has hecho. Los dos estáis vivos es lo único que importa.

-Nos iremos de Black Forest en cuanto la influencia de mi sangre se haya disipado.

-¿Cuánto crees que durará?

-No estoy segura.-Katrina observó como Sam movía la cabeza, se estaba despertando.-Hablaremos cuando vuelva.

Sam se incorporó mirando a su alrededor. La cabeza aún le daba vueltas. Katrina le observaba sentada a la mesa con una expresión inescrutable o eso intentaba. Sam podía leer dentro de ella, estaba enfada, preocupada, avergonzada, pero sobre todo se sentía profundamente culpable por lo ocurrido. Sin embargo, Sam se sentía seguro de una forma extraña. Como si el acto temerario que había realizado tuviera una valía sin igual. De hecho le había perdido el miedo a ser mordido, ya lo había hecho, había sobrevivido y la sensación era increíble.

-Deja de sonreír así. Nada de lo que ha pasado es digno de celebración.

-¿No? Yo creo que sí. Estás viva y yo también.

-Podrías no estarlo o algo peor…

-¿Peor?

-Podría haberte convertido.

-No me habría importado.

-Ni en broma digas eso, Sam.

-No estoy bromeando.

-¡Basta! No sigas. No quiero oírlo.-Katrina recogía las cosas.

-¿Qué estás haciendo?

-Llevas más de 24 h inconsciente… Deberías comer algo antes de que nos vayamos el resto no tardarán en tener el equipaje listo.

-¿Y qué les has dicho…

-Para ellos el golpe de calor te dio a ti, te trajimos y has estado en la habitación desde entonces.

-Has manipulado sus recuerdos…

-No tenía otra opción ¿Cómo iba a explicarles que no salías?

-Ya, ya… Lo entiendo.

-Sam… No dejaré que esto vuelva a suceder… Nunca.

Él se acercó a ella tomando su rostro entre las manos. Sabía que la culpabilidad la devoraba lenta y letalmente. Pero él también estaba allí, no había sido la experiencia traumática que ella creía. En realidad, estaba agradecido con lo ocurrido porque había desterrado sus dudas, se sentía seguro y confiado. Deseaba que Katrina sintiera lo mismo. No la culpaba ni la temía, de hecho estaba dispuesto a volver a hacerlo. El miedo había desaparecido.

-Sé lo que se te está pasando por la cabeza Sam. Esa devoción que sientes ahora mismo… es mi sangre recorriendo tu cuerpo. Te está confundiendo. He tenido que dártela para que tus heridas se cerraran antes, si llego a tardar un poco más… Serías un vampiro y mi siervo. Incapaz de desobedecer.

-Pero es…

-¿Agradable? Lo sé, no te sometería de no ser así. Con un vínculo construido sobre el temor se anhela la libertad. Construido sobre la placidez permanece. Nadie huye si se siente bien ¿No es así?

Sam parecía contrariado.

-Se pasará, dale tiempo.

***

El sol se bañaba en el mar cuando los seis amigos salieron de la casa para organizar sus equipajes en el maletero de Tomás. De nuevo el zumbido del asfalto bajo las ruedas adormeció al grupo. Los únicos aparentemente despiertos eran Sara y, por su puesto Tomás.

-Puedes dormir tú también si quieres, ya estamos en la autopista y la salida la conozco.

-¿Sí? ¿Seguro que no te importa?-Sara sentía cierto cargo de conciencia, estaba luchando por mantener los párpados abiertos con todas sus fuerzas.

-Sí, no hay problema.

Sara se apoyó ligeramente en la ventanilla. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.

El paisaje pasaba veloz. El número de árboles iba en crescendo según acortaban distancia con la montaña. La niebla sinuosa clareaba y espesaba a su paso. La temperatura descendía y Tomás recuperaba a su fiel compañero de Lana. “Aún queda mucho para agosto” pensó. Cruzaron el puente, pasaron la gasolinera. Cuando el tejado de la casa de Sam se vislumbraba entre los pinos, Tomás dio un volantazo. Sara pegó un grito al despertarse de pronto, la carretera desapareció de su vista sustituida por la espesura verde. Tomás frenó justo antes de chocar contra un tronco al lado del arcén.

-¡¿Qué a…

-¡¿La has visto?!-Interrumpió Tomás a Sara con los ojos abiertos de pánico.

-¿A quién?

-¿Estáis todos bien?-Preguntó Leah desde atrás.

-¿A quién Tomás?-Repitió Sara.

-Una chica… con el pelo blanco y… esos ojos rojos… Estaba en mitad de…-Tomás se quedó congelado al ver la carretera sin un alma.-¡La he visto!-Movió el manillar de la puerta dispuesto a salir.

-¡No!-Le detuvo Katrina desde el último asiento.-Que nadie salga del coche.

En ese momento algo cayó sobre el capó. Era un ciervo muerto. Tomás reaccionó entre los gritos de sus amigos. Arrancó el coche. Dirigiéndose… a donde fuera.

-¡¿Qué está pasando?!-Yakima no pudo reprimir sus gritos.

-¡Hay algo encima del coche!-Leah señalo al parabrisas trasero unos pies pálidos se aferraban a la superficie.

La mano de la chica atravesó la ventana de Sam, su cabeza, sus brazos, la parte superior de su cuerpo se colaron por el hueco. Las uñas de ella se clavaron en su carne sacándole fuera del vehículo llevándose por delante el cinturón de seguridad. Cuando le tuvo entre sus brazos se soltó de la chapa. Katrina se asomó por la ventanilla reventada.

-¡Para! ¡Se ha llevado a Sam!-Dijo Sara agarrando la camiseta de Tomás por el hombro.

Él frenó en seco. Black Forest estaba sumido en la oscuridad de la noche, no se oía ni el mecer de una sola hoja y la niebla hacía imposible ver el paradero de Sam.

-¡Dios mío! ¡Dios mío!- Tomás ponía todo de su parte por no entrar en pánico, pero la situación era límite.

-Chicos…-La voz de Leah tembló al traspasar sus cuerdas vocales.-Katrina ha desaparecido.

***

En algún tramo del camino Sam se encontraba perdido entre la niebla, llevaba caminando un rato sin llegar a ningún lugar. Solo niebla y asfalto. Niebla y asfalto.

-¡Katrina!-Gritó. No hubo respuesta.

Siguió caminando. Al disiparse la nube descubrió la puerta de su casa. Estaba entornada y la luz encendida en el interior. Sin embargo, eso no fue lo que más llamó su atención. La persiana de su cuarto estaba arreglada. Abrió la puerta. Al entrar en el salón se quedó helado. La visión ante él no podía ser real. Completamente paralizado solo una palabra logró salir de sus labios.

-Papá.

Su padre vestido con la ropa deportiva que solía usar para estar en casa veía la tele sin prestar mucha atención.

-¡Papá!-Al parecer no podía oírle.

Unos pasos acelerados se acercaron por el pasillo dando brincos.

-¿Ya han vuelto? ¿Ya han vuelto?-Un niño de unos 8 años con la cabeza cubierta de bucles dorados se sentó al lado de su padre de un salto.

-Creía que habíamos quedado en que 10 minutos más, te lavabas los dientes y a la cama.

-¡Está muy interesante papá!

-Ya has visto esta película muchas veces hijo… Si tienes el DVD… No entiendo como pueden poner películas para niños tan tarde.

-¡Queda muy poco papá!

-Yo te aviso, si llega tu madre de trabajar y aún no has hecho lo que te digo no solo me enfadaré yo, nos enfadaremos los dos.-Amenazó.

-Vale, vale… Jo.-El pequeño se baja del sofá a regañadientes.

-Eh, eh.

-¿Qué?

-¿Y mi beso de buenas noches, Sam?

-Jope…-El niño le da un beso a su padre y sale del salón por el pasillo camino a su habitación.

Toda esa escena Sam la conocía, era lo último que recordaba de su padre. Lo siguiente era su foto en el funeral. La televisión se apaga. El hombre se levanta del sofá para recoger un poco la cocina. El silencio de la noche es interrumpido por el timbre. El padre de Sam se ve extrañado.

-¿Linda?-Abre la puerta. Al otro lado no hay nadie.

Sam tiene un mal presentimiento.

-¡No salgas!-Grita.

Pero ya es tarde. 8 años tarde. El padre de Sam asoma la cabeza fuera de la casa.

-¿Hola?-Anda un par de pasos fuera.-¿Hay alguien?

Con una fuerza desmedida el cuerpo del pobre hombre sale despedido y se estrella de bruces contra el asfalto. Su cuerpo magullado se mueve a duras penas. Sam sale corriendo detrás. Entre la niebla descubre el cuerpo de su padre tendido en el suelo cubierto de su propia sangre. Sobre él una figura se mueve a tal velocidad que es difícil de distinguir en la oscuridad hasta que unos ojos rojos se topan con los suyos. La figura se dibuja. Su cara incluso a través de sus negros cabellos la conoce a la perfección. Katrina. Un intenso y gélido dolor le atraviesa la cabeza de lado a lado.

Niebla… sangre… oscuridad… Mientras él se retuerce en su propio sufrimiento psíquico, el pequeño Sam sale de la casa llamando a su padre. Su tez se vuelve completamente pálida al ver la escena, incapaz de reaccionar por el miedo ningún músculo responde a la llamada racional de huir. Sus enormes ojos azules se llenan de lágrimas.

-¡PAPÁ!

El grito desgarrador de su yo del pasado le saca de la tortura gélida. La cara de Katrina se difumina volviéndose más aniñada, su pelo se tiñe de blanco y le mira enfurecida. Lisbeth salta sobre el crío, en mitad del trayecto una sombra la intercepta. El pelo negro de Katrina dio una vuelta por encima de su cabeza. Sus ojos son grises muestra de su perfecto control sobre sí misma. Mira fijamente al niño. “Corre”.

Como si lo estuviera viviendo en ese preciso instante, Sam escucha la orden con toda claridad y su cuerpo se mueve igual que ya lo hizo 8 años atrás. Sabe a donde se dirige, a los matorrales tras su casa. Allí esperó agazapado un tiempo que le pareció una eternidad hasta que Katrina fue a buscarle. Sin embargo, antes de siquiera llegar a verlo la niebla vuelve a engullirle. Una niebla tan espesa que impedía que el aire entrara en sus pulmones. Instintivamente, se llevó las manos al cuello, sus yemas rozaron una piel fina, áspera, fría.

Había regresado al presente. Lisbeth estaba sobre él ahogándole con los ojos completamente rojos clavados en los suyos. Sus fauces abiertas mostraban un conjunto de terroríficos dientes afilados preparados para arrancar los tejidos del hueso.

-Has mejorado en esto de evitar las manipulaciones Sam. Es una lástima que no sea suficiente.-Hilos húmedos caían sobre él fruto de la anticipación que provocaba en Lisbeth el imaginar el inminente sabor de su carne.

La sonrisa de pesadilla de Lisbeth se deshizo cuando las manos de Sam comenzaron a agarrarla con fuerza de las muñecas. La sonrisa cambió de dueño. Sam sintió un cálido poder embargarle y el pánico desapareció, dejándole una determinación asesina que no había experimentado jamás. La peligrosidad que emanaba de él se materializó en sus ojos tiñendo sus iris puramente azules de un rojo siniestro.

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