Black Forest La Niebla | 24

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                              **DISCLAIMER**
Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 24

“Juegas con fuego”

Supremacy

-Oye Mamá… ¿Crees que hoy podría salir… antes?-Dijo Gabriel en tono de súplica mientras pasaba un trapo húmedo por la barra.

-¿Antes? ¿Y eso?

-Bueno… Yakima me ha preguntado si quedábamos un rato para estudiar un poco juntos.

-¡Ah! Vale hijo si es eso… Pero no os entretengáis mucho que mañana tenéis clase.

-¡Genial! -Gabriel dejó el mandil, recogió su mochila y salió disparado del bar.

Corrió cuesta abajo por el camino ya oscuro. Cuando llegó a la esquina allí estaba el coche de Hans. Él esperaba apoyado en el capó mirando el teléfono. La luz anaranjada de una farola bañaba su figura iluminando lateralmente su rostro. Tras dar unos cuantos pasos en su dirección notó su presencia, al levantar la mirada sus ojos se encontraron. Una sensación de placentera angustia abrazó el estómago de Gabriel. Ya llevaban quedando un tiempo y no conseguía quitarse el nerviosismo de encima.

-H-hola Hans…

-Hola ¿Qué tal el día?

-¡Uff! Pues movidito la verdad…

Hans hace un pequeño barrido alrededor. Después de comprobar que la calle está vacía le abre la puerta del copiloto a Gabriel para que entre en el coche.

-¿A dónde quieres que vayamos?

-¿Vamos hasta Herish y damos una vuelta por allí?-Propone Gabriel.

-Mañana tienes clase…

-Por favor, esa es mi responsabilidad no la tuya.-Dijo poniendo los ojos en blanco.

-Touché. Pues no hay más que hablar.-Hans puso marcha a Herish. El interior del coche era oscuro, Black Forest era una pequeña población montañosa con pocas farolas. Hasta llegar a la ciudad no se podía decir que hubiera luz nocturna.-Así que has tenido un día movidito… ¿Ha pasado algo?

-¿Katrina no te lo ha contado?

-Supongo que lo habría hecho pero me he preparado para salir nada más despertarme.

-Ay… es verdad… jopé soy lo peor…

-¿Por qué dices eso?

-Llevamos quedando ya unos meses… debería estar acostumbrado a que vivas de noche.

-No te preocupes. Lo llevas con sorprendente normalidad.-Hans le dedicó una mirada fugaz, pero cargada de significado.- Entonces ¿Qué es lo que ha pasado?

-Pues mira. He llegado al instituto con Yakima, Katrina y Leah ya estaban allí hablando con Tomás que no paraba de disculparse.

-¿Tomás es el que trabaja en el supermercado?

-Ese. Bien. Al llegar me he enterado de todo, porque Yakima no me había contado nada. También entiendo que debe estar cansada del tema. Bueno ¿Recuerdas que te conté que se había hecho viral una foto de Leah y Yakima?

-El beso, sí.

-Pues resulta que fue Tomás el que la hizo. Y estaban allí los tres hablando en lo que llegamos nosotros. Al rato aparecen Sara y su hermano John. Ahí fue cuando se armó el caos, porque Tomás le pasó la foto a él. Él se la pasó a los brutos de su clase. Y de ahí es de donde ha salido el famoso email que ha enviado la foto a todo el mundo… Así que imagínate. Leah con el temperamento que tiene se le fue la olla y John como es idiota pues peor aún.

Hans no podía evitar sonreír al ver a Gabriel hablando apasionadamente de los cotilleos que acontecían en su grupo de amigos. Lejos había quedado aquel chico tímido y solitario que se encontró en una discoteca la noche de Halloween.

-Lo mejor de todo fue cuando aparece Sam y sin decir ni “Hola” se mete en medio interrumpiendo todo. Se cruza el grupo entero hasta llegar a Katrina para besarla de repente y todos así.-Gabriel abrió la boca todo lo que pudo para escenificar la estupefacción del momento.- Después de estar no sé cuantos días evitándola… Que si fue fuerte para mí que sé el porqué, no me quiero imaginar para el resto. Luego Katrina se fue corriendo de forma superdramática… Por eso te preguntaba si te había dicho algo porque después de clase ya no tuve oportunidad.

-Pues no he podido preguntarle… pero lo haré… eso no es propio de ella.

-A mí también me sorprendió. Claro que pensé que igual es más tímida de lo que yo creía.

-No, no… Ha tenido que pasarle algo. No he conocido a nadie con tanta seguridad como ella.

-Oye ¿Cómo os conocisteis Katrina y tú?

-¿Recuerdas que te conté cómo me convertí?

-Sí fue un Vampiro de clase baja borrachísimo… y tenías veinte años…-Gabriel no se esforzó demasiado por ocultar la cara que reflejaba que ese dato aún le sorprendía

-Se envejecía más rápido…

-Pues Katrina…

-Ella… simplemente no es normal. A mí me convirtió un vampiro de clase tan baja que ni siquiera creó vínculo alguno al convertirme. Eso es lo único positivo. Porque por lo demás, que te transforme un vampiro tan débil solo da problemas. No tienes fuerza sobrenatural, no puedes caminar bajo el sol, la resistencia a la sed es muy baja. En fin… Él me transformó en un callejón detrás de una taberna. Como es habitual durante la transición estuve muerto un tiempo. Cuando desperté ya no estaba en el callejón.

-¿Por qué no me contaste esto?

-Bueno… No es la historia más agradable del mundo. Aunque es cierto que las hay mucho peores…

***

1900, París.

Estaba en París porque un amigo mío trabajaba en la organización de las exposiciones de las Olimpiadas. Le conocía de nuestros estudios en la universidad, pero no le veía desde hacía más de un año porque me mudé a Lyon, mi ciudad natal, para… Casarme… Al menos en teoría aunque no llegué a hacerlo. La invitación me pilló por sorpresa, era un acontecimiento sin par, así que debía asistir. A mi llegada, mi querido amigo me invitó a que nos tomáramos unas copas en una taberna cerca de la estación. Ni siquiera puedo recordar cuantas fueron. En un punto de la noche intercambié miradas con un hombre. Cómo podrás imaginar, Gabriel, en aquella época ser homosexual no era algo de dominio público. Por lo que había que ser discreto.

Nos encontramos en la parte trasera, lejos de las miradas. Fue entonces cuando ocurrió. Bebió de mi cuello. Se excedió. Me mató. Aún hoy pienso que realmente fue un accidente, y el miedo a ser descubierto le llevó a transformarme para no hacerse cargo de un cadáver. Algo bastante común. Que pase de forma intencionada o incluso por voluntad propia es… raro.

Cuando desperté ya no estaba en el callejón. Ahí empezó la pesadilla. Estaba metido en una caja. Sentía mi garganta arder con necesidad superviviente. A través de la madera podía escuchar la voz de una mujer que hablaba con orgullo. Estaba entusiasmada por su “hallazgo”.

-Esta es la prueba definitiva. Va a ser el mayor descubrimiento de la humanidad.

-Es increíble señora… ¿No le da miedo?

-¿Miedo? Estoy impaciente.

No estoy seguro de cuanto tiempo estuve en esa caja. Lo que si sé es que debieron ser varios días porque mi cuerpo comenzó a pudrirse por la falta de la sangre. Era un cadáver viviente.

Una noche comencé a escuchar bullicio. El arrullo de un gran número de gente hablando entre sí en un espacio abovedado. Música. Risas. Copas que chocaban haciendo brindis. Sonidos que habían formado parte de mi mundo. Era una celebración. La caja comenzó a moverse. La luz se colaba entre las rendijas. Esa voz femenina que ya había escuchado antes pidió atención a los presentes.

-Disculpad que os interrumpa en esta velada. De antemano quería agradeceros a todos vuestra asistencia, puesto que nada de esto tendría sentido si no estuvierais aquí… Sin embargo, puede que a partir de ahora seáis vosotros los que debáis agradecerme. Estáis a punto de presenciar algo sin precedentes. Bien es conocido que soy amante de lo oculto. Sabéis que me encantan las conspiraciones y los misterios. Lo que me ha llevado a recibir más de un comentario desafortunado. Esta noche todas las malas lenguas y habladurías serán silenciadas, puesto que traigo la prueba de que en nuestro mundo hay mucho más que aquello que está dictado como “normal” en nuestra sociedad ¡Abrid la caja!

La caja se elevó hacia arriba. La tapa cedió. Caí en el interior de una enorme jaula dorada en el medio de una sala exquisitamente decorada, rodeado de una multitud que me observaba como quien ve un mono en un zoo. Por supuesto, en aquellas circunstancias era evidente que no era humano. Tenía todas las venas de mi cuerpo marcadas en la piel de un azul mortecino que contrastaba con el blanquecino tejido. Las encías me ardían al igual que los ojos por lo que puedo adivinar que estaba en el estado más avanzado de la transformación. Era un monstruo rodeado de bestias. Ellos aplaudían, gritaban, reían incluso. Podía oír sus corazones latiendo dentro de sus cajas torácicas bombeando sangre por todo su cuerpo. Me volví loco. Me golpeé contra los barrotes con la esperanza de que cedieran pero era imposible. La muchedumbre volvió a aplaudir. Era un espectáculo bochornoso.

-¡Es un vampiro!-Gritó alguien entre el público.

-Así es.-Confirmó la anfitriona.-Una criatura de la noche ¡Fijaos!- La mujer se acercó a la jaula, sacó una pequeña daga y rasgó uno de sus dedos.

El olor a sangre me atrajo hasta ella con violencia. De nuevo, los barrotes me impidieron acercarme. La gente clamó asombrada.

-¡Como colofón final! Y esta es la razón por la que insistí en que la fiesta duraría hasta el amanecer…-Levantó una mano para señalar el techo justo sobre la jaula.

La gente bramó de pura expectación. El sol comenzaba a asomarse por la bóveda de cristal. Quería calcinarme delante de toda esa gente. Por un instante pensé que no funcionaría. Que era absurdo. Yo no era un vampiro. Era un hombre normal. Un ser humano. Por supuesto, me equivocaba. En lo más profundo de mi interior surgió un temor irracional a la luz del sol. Un miedo nacido del instinto sobrenatural que me avisaba del irremediable final que acontecía si aquellos rayos me tocaban. Volví a golpear con fuerza los barrotes, pero era inútil. Vi el halo tocar el suelo, aproximándose. Nunca el sol se había movido a tanta velocidad.

Entonces unos gritos diferentes comenzaron a surgir entre el gentío. Gritos de terror. Varios cuerpos de personas salieron despedidos hacia arriba y hacia los lados. Se levantó un viento impropio de una sala cerrada. Un hombre agarró la mano de la anfitriona y le arrancó el dedo que sangraba. Soltó un alarido de dolor. La gente empezó a huir despavorida o a intentarlo. Montones de seres ocultos entre el público salieron de su escondite para vengarse de ese espectáculo grotesco y humillante. La sangre saltaba, salpicaba y caía por todas partes en una fiesta, esta vez sí, de vampiros. Una joven de pálida piel y larguísima melena negra se acercó a la jaula. En su semblante solemne no vi ni rastro de miedo. Los barrotes se doblaron a su paso sin necesidad de tocarlos. Se acercó a mí y me ofreció una mano para levantarme.

-Bienvenido.-Dijo con una sonrisa.

***

-Y así fue como conocí a Katrina. Entonces ella era más… vampira que ahora. En el mundo de la noche era una auténtica celebridad. Me enseñó a controlar la sed, a manipular levemente. Tuve suerte, la verdad.

-¿Habéis estado viviendo juntos desde entonces?

-Bueno… No realmente. Al principio estuve viviendo con ella hasta que aprendí a convivir con mi nueva condición. Luego volví con mi familia.

-¿Sí?

-Sí, ellos… me aceptaron. Estuve en Lyon hasta que murieron mis sobrinos. Cuando eso pasó me quedé… hundido. Fue cuando Katrina me invitó a viajar con ella. Empezamos por Alemania, allí fue donde decidí empezar a llamarme Hans.

-¿Hans no es tu verdadero nombre?

-Bueno sí lo es… pero no es el que me dieron al nacer. Por lo general, los vampiros se cambian de nombre pasado un tiempo, para que sus posibles congéneres no les busquen.

-Vaya… Y… ¿Cuál era tu nombre?

-Antoine

Gabriel no pudo evitar reír al escuchar de su boca la pronunciación perfecta.-Suena muy francés.

-Lo es.-Hans aparcó el coche en un parking público.-Bueno, hemos llegado.

-Un momento, si has venido directamente a por mí ¿Hoy no has bebido?

-No… no te preocupes. Me las apañaré.

-Sabes que puedes…

-Sí, pero eso no está bien Gab.

-¿Cómo que no está bien? Si yo te dejo ¿Qué más da?

-Tú me dejas.

-Sí.

-Me dejas morderte el cuello y alimentarme de ti.

-Sí…-Gabriel no puede evitar sentirse avergonzado.- Es que… Me gusta… ¿A ti no?

-¿Qué si me gusta a mí? Gabriel… Katrina va a matarme.-Hans miró por su ventanilla un momento y tomó aire.-No podemos tomarlo como una costumbre…

-No… solo… -Gabriel se acercó a Hans sin moverse de su asiento.- Solo un poco…

-Juegas con fuego. Te quemarás.-Hans empujó lentamente a Gabriel contra el respaldo. Le desabrochó la sudadera. Acarició su cuello, los latidos de la aorta empujaban contra su fina piel cada vez a más velocidad. El chico sentía ese aliento gélido muy cerca. La anticipación era tan fuerte, que su voz ya escapaba entre sus labios y aún no le había rozado. A Hans le gustaba hacerse de rogar, aunque jugara con su propia necesidad. Sus labios tocaron la zona que ya estaba sensible, expectante, ante el inminente acontecimiento. Lamió con su lengua abrasadora que hacía a los vasos capilares dilatarse aún más. Gabriel estaba a punto de suplicarle cuando al fin esas afiladas hojas entraron en su carne. Comenzaba un torbellino de emociones que él ya conocía.

-Eres consciente de que no saldremos del coche ¿Verdad?-Le susurró Gabriel al oído.

-¿Para eso me has pedido que vengamos?-Preguntó Hans retirándose la sangre de la comisura.

Gabriel contestó con una sonrisa maliciosa.

-Creía que la criatura demoníaca era yo…

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