Black Forest La Niebla | Final

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                              **DISCLAIMER**
Esta novela contiene palabras malsonantes, consumo de drogas y escenas de violencia y/o abuso.

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BLACK FOREST, LA NIEBLA

Capítulo 45

¿Esto es real?

I Know the End

2020

-Vale ¿Estamos todos?

-Señor Edgar no ha conectado el audio, no le oímos.

-¿Hola? ¿Ahora?

-Sí, ahora sí.

-Bien… ¿Por dónde empiezo?-Edgar, el director de la Academia de Artes de Herish, se quitó las gafas de cerca un momento y se apretó el puente de la nariz. Unas profundas ojeras quedaron visibles sin el grueso cristal cubriéndolas.-Como sabéis tenemos restricciones de aforo por clase. Esto implica que nos va a ser imposible mantener el número de alumnos por curso que llevábamos ocupando hasta ahora. Lo que se traduce en que el presupuesto se va a reducir significativamente. Además, hay que tener en cuenta el gasto adicional en recursos sanitarios, ya sea por higiene o equipos de protección, entonces…

Se paró un instante sabiendo que nadie quería escuchar la continuación. -No quiero pronunciar las palabras fatales que todos estaréis pensando… Como podréis imaginar la situación es insostenible, La academia no es que nadara en la abundancia de todos modos. Ya sabéis como funciona. Tenemos que buscar juntos soluciones alternativas como que aquellos alumnos con la posibilidad de seguir las clases desde sus casas lo hagan de forma telemática… quizá recortar en algunas actividades…-Edgar da un suspiro que satura su micrófono por unos segundos. El resto de profesores no respondió. El desánimo reinaba en cada una de las pantallas de la videoconferencia.

-Si fuéramos capaces de mantener el número de alumnos que teníamos hasta ahora ¿Creéis que podríamos hacer frente al gasto en nuevos docentes y material sanitario?-Preguntó Sam rompiendo el silencio.

-Supongo que se podrían hacer esfuerzos, teniendo en cuenta que los intercambios de alumnos y proyectos internacionales están completamente parados, podemos usar ese presupuesto en otros menesteres. El problema es que no disponemos de espacio para que las distancias y la desinfección sean óptimos.-Explicó Laura, la responsable de las residencias estudiantiles.

-Entiendo ¿Y si tuviéramos a nuestra disposición otro centro auxiliar en el que desahogar parte del alumnado?-Propuso él.

Las caras de todo el equipo se quedaron de piedra con esa pregunta.

Edgar carraspeó antes de contestar.-Eso sería fantástico ¿Pero de dónde vamos a sacar algo así?

-¿Conocéis el Castillo Blackesley?

-¿Te refieres al Castillo de los Condes de Black Forest?-Contestó el profesor encargado del departamento de historia del arte.

-Sí.-Sam Asintió.

-El dueño no nos va a dejar utilizar ese edificio… Alguna vez he pedido permisos para visitarlo y es imposible-Le respondió el mismo profesor.

-El dueño soy yo.

***

En septiembre de ese mismo año se retomaron las clases en la academia. Todo el protocolo a seguir a causa de la pandemia volvía tediosa cualquier actividad. La ciudad fue tomada por las mascarillas y el gel hidroalcohólico. Los alumnos eran nombres y voces, sin rostro. Sin embargo, la sensación que se respiraba en los alrededores del bosque, en torno al castillo, era diferente. Se contagiaron del espíritu de la academia atenuando aquel gris pegajoso que ese fatídico año había traído a todo el planeta.

Durante el verano, Black Forest asistió a un desfile de camiones cargados de material para reacondicionar el Castillo y prepararlo para su nueva función. Todo el pueblo se alegró del cambio. De improvisto, gracias a la necesidad de espacio para la academia, la población creció levemente y los negocios de los alrededores vieron menos afectados sus ingresos. El equipo docente premió a Sam con un puesto de codirección, que se hizo necesario al dividirse la academia en dos, además de sumarse como socio.

Tras todo el estrés sufrido en un proceso tan complicado, concentrado en un periodo de tan solo unos meses, el tan esperado primer día llegó. Sam atravesaba el pasillo del segundo piso junto a la escalera principal camino a su despacho mientras hablaba por teléfono.

-La posibilidad de una segunda residencia va a tener que esperar, De momento no parece que sea factible. Quizá podamos pensar en algún tipo de compensación para aquellos alumnos que tienen esas dos horas de transporte diario… puede que la posibilidad de recuperar ese tiempo con un día libre a la semana o algo así… Sí, es una desventaja con respecto a aquellos que tienen las clases enfrente de su residencia, claro… Ya se nos ocurrirá algo.-Los ojos de Sam se desvían de su camino al pasar por delante de las escaleras principales. Parecía que una alumna mantenía una discusión con la coordinadora que estaba atendiendo la entrada y salida de los estudiantes, comprobando la temperatura y otras medidas preventivas.-Ahora lo compruebo y te llamo. Hasta luego Laura.-Al colgar la llamada se guarda los auriculares en el bolsillo.

En la puerta de entrada la coordinadora parecía impedir el paso de una chica de pelo rubio que se veía bastante apurada.

-Usted no es la excepción, aquí todo el mundo le conoce. Le he dicho que si no es alumna no puede entrar, necesita una identificación y cita previa, son las normas actuales.

-Le digo que la página web de su centro no funciona, no da citas. Y de todas maneras si le pregunta a…

-No soy su recadera. Todos los años ocurre lo mismo, siempre hay unos cuantos que montan escándalo porque las cosas no les han salido como querían. Ya no sois niños, va tocando espabilar.-La coordinadora comenzaba a levantar el tono de voz. En el crescendo de la disputa, sus gafas comenzaban a cubrirse de vaho culpa de la mascarilla.

-No me hable de ese modo, yo no le he faltado al respeto, señora.

-Me faltas al respeto en el momento en el que no me escuchas. Estás haciéndome perder el tiempo a mí, y a todos los que esperan en la cola.

-Si me diera un medio para hablar con el director…

-No voy a darte nada.-Le interrumpió la mujer.

-Pues deje que vaya a buscarle directamente.-La joven sorteo a la mujer en el hall principal.

-¡Pero bueno!-La mujer la sigue no sin antes volverse a la puerta con un tono amenazante.-Qué no se mueva nadie hasta que vuelva.

La presencia de Sam paró a la muchacha en mitad de las escaleras. Sus ojos azules la miraban con el ceño fruncido por encima de su mascarilla negra.

-¿Hay algún problema?

-¡Señor director!-Se adelantó la coordinadora.-Esta chica insiste en hablar con usted, ya la he avisado que solo se atiende con cita previa.

-Los alumnos tienen horas de tutorías.

-Sí, señor, pero… no es alumna…

-Entonces ¿Porq…-Sam se paró en seco al volverse hacia la chica, sus ojos le observaban ahogados en lágrimas en completo silencio.-Eh… ¿Estás bien?-Se contuvo a sí mismo respetando la distancia de seguridad tan difícil en momentos como ese.

Ella se agarró el pecho, parecía que respiraba con cierta dificultad.

-Traté de enviar mi maqueta para la audición, pero la página se quedó bloqueada…

-¡Sí! Lo sé hay más aspirantes a los que les ha ocurrido lo mismo. Hemos reservado unas cuantas plazas para una segunda ronda de inscritos, tienes de plazo hasta el 1 de Octubre.-Explicó Sam.- Es una decisión que se ha tomado esta misma mañana, supongo que a lo largo del día recibirás el e-mail con toda la información.-Concluyó. Los ojos de él se entrecerraron cuando sonrió.

-¿De verdad?

-Sí, no te preocupes. Debo pedirte que sigas las indicaciones de nuestra coordinadora y salgas. Las medidas a seguir con la situación actual son… difíciles.

-¡Por supuesto! ¡Muchas gracias!-La muchacha bajó las escaleras mucho más ligera como si le hubieran quitado un enorme peso de encima.

-Eres demasiado amable.-Le recriminó la mujer volviendo a su tarea.

***

Con el ajetreo del nuevo año académico, el cambio de ubicación, todo el caos que de por sí ya traía la pandemia, el día pasó a toda velocidad. La oscuridad se abalanzó sobre el Castillo Blackesley en el que quedaba una sola persona. Sam, que seguía trabajando a destajo cuando su teléfono interrumpió el silencio sepulcral sobresaltándole.

-Grace… Hola ¿Cómo estás?

-¿Yo? Bien ¿Y el “fantabuloso” nuevo director de la Academia de Artes de Herish?

Kazu te lo ha contado…-Sam suspiró recostándose en el respaldo de su silla de escritorio.

-Si no me lo cuenta no me entero…

-Ya… iba a llamarte, pero entre la diferencia horaria, el trabajo y…

-Sí, sí… Mi trabajo también me tiene muy ocupada que lo sepas.-Al otro lado de la línea se escuchó una risa burlona.-No importa, solo llamaba para saber si estabas bien.

-Uf… Supongo que cuando las cosas se asienten estaré mejor. El día se me está haciendo larguísimo.

-¿Se está haciendo? ¿Aún estás trabajando? Pero si ahí deben ser las…

-12 de la noche. Sí.

-¡Vete a casa, idiota!

Sam rio en respuesta.

-Lo digo muy en serio.

-Estoy recogiendo. Estoy recogiendo.

-Muy bien. Te dejo, aquí sigue siendo horario laboral. Dale recuerdos a tu madre de mi parte.

-Sí, claro. Adiós Grace.

Los pasos de Sam sobre la madera barnizada resonaban en las paredes emitiendo un eco lejano. Al llegar al Hall miró hacia arriba. A través del tragaluz del techo se veía el cielo nocturno despejado, la luna brillaba reflejándose en el suelo pulido. Una sensación de extraña familiaridad le sobrecogió. Salió por la puerta con las llaves en la mano y al salir al camino dejando la verja atrás le asaltó una revelación. “Hoy tampoco hay niebla”. Desde que tenía memoria el paisaje del bosque había estado tomado por esos espectros vaporosos, hacía tiempo que no tocaban el suelo de Black Forest. “El cambio climático… o… quizá…”. Estaba dándole vueltas a aquello cuando se percató de una figura parada al final del sendero. La figura se bajó de su moto arqueándose de una forma que le era familiar. Se quitó el casco. De él salió una larguísima melena castaña.

Los ojos de ambos se encontraron. Sam se quedó congelado. Sintió su estómago arder de impaciencia. La mujer avanzaba en su dirección con un paso lento, pero seguro. Cuando la distancia entre ellos menguó, Sam identificó alguno de sus rasgos, otros no le cuadraban y, sin embargo, estaba convencido de quien era. Entonces la siguiente pregunta a formular, salió de sus labios sin pedir permiso.

-¿Esto es real?

-Espero que sí.-Contestó ella.

-¿Cómo?

-No lo sé.-Las lágrimas se amontonaron en sus ojos hasta salir resbalando por sus mejillas.

Sam recorrió la distancia que los separaba. Dudó por un momento si acortarla por completo, pero cuando las yemas de sus dedos rozaron su rostro empapado en lágrimas, las dudas desaparecieron.

-Katrina… eres… eres humana…

Ella tomó el rostro de él entre las manos.-Has cambiado tanto… Creía que no podría verte.-Sonrió.

-¿Has venido con Hans? ¿Dónde estáis viviendo?

Ella negó con la cabeza.-Hans… ha vuelto a París y yo… yo solo tengo algunos ahorros, supongo que buscaré un trabajo… Empiezo casi de 0.-Parecía entusiasmada con la idea.

-No. Ahora me toca devolverte todo lo que me diste.-Sam tomó su mano con delicadeza y lideró el camino.-Ven, mi madre tiene que verte.

-¡Espera! Va a notar… se hará preguntas.

-Tranquila, la manipularé para que no note nada.-Sonrió de forma traviesa. Al ver la cara de sorpresa de Katrina se le escapó la risa.-He aprendido unas cuantas cosas de mí mismo estos años. Vamos, te contaré lo que he descubierto por el camino.-Aferró su mano de nuevo y caminaron juntos dejando la moto de Katrina en el sendero. Dejando atrás las pesadillas. Dejando atrás la niebla.

EPÍLOGO

He llegado a ese punto en el que el paso del tiempo carece de significado. El espacio que ocupo no se puede medir, mi forma ha trascendido a algo superior e imposible de comprender. Lo he perdido todo. He muerto más veces de las que he vivido ¿Y todo para qué? ¿Sucumbir? ¿Este era nuestro destino? Ese aterrador destino del que huíamos. Qué ironía. La búsqueda de la inmortalidad ha acabado con mi existencia.

No tendría sentido buscar mi arrepentimiento, sé que acabaré en el mismo lugar igualmente. Sé que fui cruel, la supervivencia lo es y no voy a fingir que hubiera sido mejor persona de saber mi final. Seguramente me habría ahorrado unos cuantos errores en los que caí por ser joven, estúpida, débil… He saboreado el poder con mis propias manos, hervía dentro de mí desde que nací. Es curioso. Cuánto más me he acercado a las llamas eternas, más en paz me he sentido. Puede que después de todo este esa mi lugar. Dejaré que me lleve a lo más profundo, que me consuma perpetuamente. Castígame con la furia más intensa que puedas profesar.

-En el fuego nos despedimos… en el fuego nos reencontramos…

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